Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 17 de abril de 2013

TRIBULACIONES DE UN ESTUDIANTE

Cuando hablamos de maestros y alumnos, nos estamos refiriendo a la parte neurálgica del sistema educativo, por lo que es prudente definir previamente este concepto como: aquél "conjunto de métodos sociopolíticos dirigidos a condicionar nuestro desenvolvimiento dentro de un complejo ambiente social, preestablecido por los intereses de nuestros gobernantes y aquellos autómatas que eligen su representación".
Como a nivel mundial sufrimos y debemos adecuarnos a un sistema capitalista dictado por imperios poderosos, y que mal se aplica al subdesarrollo de nuestro país, nos toca ser condicionados a un sistema de competencias auspiciadas por premios y castigos, impuestos subjetivamente por el libre albedrío de los jerárquicos del magisterio. En estas condiciones es imposible, e incluso sacrílego, hablar de horizontalidad entre educadores y educandos; y para prevalecer tal jerarquización, los de arriba siempre reprimen a los de abajo.
Casualmente, se me presenta hoy la oportunidad, bastante privilegiada por cierto, de transmitir algunas de mis experiencias dentro de éste complejo sistema. Debo añadir, que no son experiencias de las que debiera sentirme orgulloso como educando, mas sí me lleno de orgullo como persona, porque contribuyeron a mi crecimiento como ser humano, forjaron mi carácter y me hicieron madurar y desarrollar mi consciente.
Con esto podría decir que la represión en el colegio me ha enseñado a ser rebelde; la rebeldía me enseñó a ser crítico; y únicamente los sueños y el pensamiento crítico, son capaces de hacernos libres y enseñarnos de la vida.
Son tantos los momentos que debo rescatar del pasado, que podría quedarme horas y días relatándolos sin llegar a concebir todas las anécdotas. Lo lindo de acordarse de anécdotas es que vienen a la mente como una desordenada lluvia de ideas. Es por eso que me siento dispensado de darles algún orden cronológico y me animo a contarlas sin línea del tiempo.
Sin embargo haré un esfuerzo para destacar los más importantes y otorgarles cierto orden.
Inmediatamente dicho esto, me surgen recuerdos como el de aquel catedrático con complejo de piloto, que una vez que despegaba su clase ya no se podía acceder a las facilidades de tierra: el autoritarismo reinaba en aquellas clases, incluso cuando el jefe quería brindarle algo de hilaridad a la materia lo hacía en tono omnipotente y omnipresente, desbaratando todas nuestras aspiraciones. Así mismo, me viene a la mente otra anécdota, del extremo opuesto, respecto a un ebrio que dictaba clases confundiendo amistad con compadrerío, y nos enseño más a faltarle el respeto que a asumir la materia. O alguno más contemporáneo que llega al extremo máximo de la improvisación: creerán que es una locura, pero el docto no es capaz de preparar la clase y llega con un texto base que nos hace leer en clases y en eso agota todo el periodo... ¡qué vergüenza! ¡tener que perder el tiempo para leer lo que uno puede estudiar hasta en el taxi! Creo que éste señor, al igual que muchos otros, olvidó que existe un amplio instrumental didáctico para dictar las clases y basta con ser un poco creativo para sacarle el mejor provecho. ¿Porqué no puede hacernos analizar casos o videos cómo pocos lo hacen? Por flojera, mediocridad, pedantería, y/o porque sólo está ahí para justificar su sueldo.
Es así que repentinamente me viene a la cabeza el recuerdo de una odiadísima profesora de primaria que dio origen a mi migración escolar: tuve que escaparme de ella porque la presión era tan aguda, que sus alumnos éramos niños de ocho años con severas migrañas diarias. El gran problema de la susodicha, es que como enseñaba en un colegio de extranjeros, tenía un serio complejo de inferioridad que lo desahogaba en nosotros: exámenes diarios, notas bajas y sometidas a divinidades, ejercicios de memoria antinatura, etc. Con decir que cada lunes debíamos leer textos de una plana o plana y media y re escribirlos de memoria, en idioma extranjero, y sin obviar ningún signo de puntuación, respetando además, a estricta cabalidad, la gramática y ortografía que difieren del castellano. Olvidando que éramos tan solo niños que dos años antes recién aprendimos a escribir, y no entendíamos aún la hermenéutica del sistema educativo (creo que nadie la entiende en realidad).
Posteriormente pase a un colegio donde forjé muy buenas amistades y tuve excelentes maestros, sin embargo la carga horaria era demasiado pesada. De sólo imaginar horarios de clases de ocho de la mañana a seis de la tarde, se me encrespan los pelos. Ni siquiera los funcionarios públicos trabajan tanto (aunque la mayoría de ellos no trabajan realmente). Pero a pesar del gran esfuerzo, creo que donde me sentí más cómodo fue ahí. Para mi mala suerte ese colegio tuvo serios problemas internos y se me sometió a otro cambio de establecimiento.
Entiendo que en esta etapa brotó realmente mi rebeldía: transferido a la fuerza a un colegio de curas, donde la enseñanza se basa a palos, poco compañerismo enraizado en aulas de más de cincuenta individuos, muchas horas de exigencia religiosa... lo cual da mucho para comentar pero no corresponde al objetivo de éste ensayo. En fin, cambiaron las exigencias y las prioridades, y no me sentí a gusto aprendiendo doctrinas caducas, cuando sentía que lo útil en ésta vida era lo científico y racional. Obviamente, poco comprendido por los religiosos y su séquito de amanerados.
Por fin, pase a un colegio donde el objetivo era brindarles a aquellos "niños problema", un método de estudio al cual pudieran adaptarse. ¡Excelente idea! ¡Qué buenas intenciones! Lastimosamente de intenciones no pasaron. Creyeron encontrar la solución perfectamente aplicable al diez por ciento de la muestra y nuevamente fuimos todos esquematizados. Atención personalizada y mucho control para aquellos que desean ingresar a clases... y pregunto ¿en esas condiciones quien desearía ingresar a clases, cuando es más interesante quedarse a socializar en el patio con la mayoría de los alumnos? Realmente ahí nos descarriamos todos y la única forma de reencaminarnos fue la expulsión.
Nunca más pude adaptarme al colegio y egrese por pura insistencia. Épocas duras se me presentaron, con un zoológico de opciones, infinidad de maestros y otra larga lista de colegios, de cuya etapa puedo rescatar que el mismo año que hice un viaje de dos semanas a caballo, me aplacé en educación física porque no quería jugar futbol.
El denominador común entre todas mis experiencias escolares fue la intolerancia de los maestros, su complejo de superioridad, ausencia de vinculación entre materias y muy escasos valores morales extracurriculares: "que le interesa a un profesor de matemáticas si los alumnos no tajan su lápiz en el basurero", "¿acaso es función del maestro de lenguaje enseñarnos a respetar a nuestros compañeros más débiles?" "que le importa al profesor de geografía si tenemos ubicación temporal" Incluso creí que Prusia se encontraba aún al lado de la Alemania Nazi. Y de cívica... ¡hay tanto que hablar de los problemas de nuestra educación cívica! A parte de que merecemos el mar y nuestro himno tiene tantas estrofas, no supe cuales eran mis derechos y obligaciones como ciudadano hasta que ingresé a la universidad. No olvidemos que esos son nuestros bachilleres habilitados para elegir a nuestros representantes. A mis 18 años voté en función de quien nos acercaría más al mar o quien cantaba con mayor fuerza el Himno Nacional.
Otro denominador común bastante catastrófico fueron las famosas reuniones de maestros, que en ocasiones se repiten en la universidad. En dichos encuentros de chismografía lo único que se hace es ver quien tiene más problemas para terminar de hundirlo, y crear a su alrededor preconceptos usados en su contra por sus futuros educadores: claro, como me iba mal en física, el profe de matemáticas asumía que debía tener mala nota en su materia, y lo mismo para el de lenguaje u otras materias menos afines.
Cuando por fin creí zafarme de mi karma escolar ingresé a la universidad. ¡Qué iluso dirán! pues la única diferencia con el colegio fue la especialización. Los catedráticos siguen creyendo que la asistencia debe ser la base del conocimiento e incluso tiene mayor ponderación, siguen las famosas reuniones inquisidoras, el casi nulo fomento de valores es aún más reducido, reina la impuntualidad y la falta de respeto a los alumnos, perduran los complejos de superioridad, existe muy poca actualización e incluso se encuentran especimenes anquilosados, continúa la formación de androides o entes sin pensamiento crítico, los exámenes de memoria, etc.
Surgen muchas interrogantes al respecto: ¿de qué sirve memorizar la Constitución si se aproxima la Asamblea Constituyente? ¿de qué sirve memorizar lo que dijo Freud si Lacan fue más allá? ¿de que sirve memorizar complicadas palabras que ya no se usan como en el caso del lenguaje médico o del legal? además que la aplicación es poco práctica porque no sirve de nada usar términos complicados si el interesado no los entiende. No quiero redundar pero creo que se debe insistir en que el alumno aprenda la aplicación practica y comprenda racionalmente la existencia de dichos elementos, sin necesidad de retener autómatamente conceptos preestablecidos que pueden variar en tiempo y espacio.
Ahora entiendo porque mis alumnos son apáticos, memoriones, poco participativos, temerosos del debate, nada esquemáticos, nada multifacéticos ni integradores: lo único que se les enseñó fue que el señor parado en la tarima es un oráculo al que no se le puede rebatir nada. Se les enseño que para pasar basta con memorizar y en el futuro será problema suyo, por tener poca memoria a largo plazo o porque lo aprendido tuvo mutaciones. Se les enseña que no deben hablar en clases y menos si es en contra de lo que dice el "magnánimo". Se les enseña que la materia que se está dictando siempre será prioritaria a las otras. Se rebasa la multidiciplinariedad, esquematizando, encasillando, jerarquizando, etc.
Como ven, habiendo sido partícipe de tantas travesuras, autor de tantas barbaridades y berrinches, al haber deambulado por tantos colegios e institutos, y ejecutado dolores de cabeza a propios y extraños, puedo aseverar que la vida enseña mucho más que cualquier academia. He conocido muchos maestros, técnicas, sistemas y alumnos, y, ninguno de ellos hizo más por mi que rebelarme. ¡Claro! ¿qué esperaban? ¿cómo no iba yo a rebelarme? si sólo encontraba opresión, frenos a la creatividad, repeticiones memorísticas, obligaciones sin derechos, competencias desleales, fábricas de androides, manipuleo de títeres, incapacidad, improvisación, falta de respeto, jerarquías, etc.
Incluso, llegué alguna vez a la conclusión de que lo malo del sistema educativo actual, es que en las aulas sólo te enseñan lo que quieren, aconsejan, demandan, encargan, imploran, intentan, saben, suplican, merecen enseñarte; sólo te enseñan lo que solicitan, precisan, requieren, temen, conciben, entienden, necesitan, sienten, advierten, informan, osan, aman, aspiran, instruyen, prevén, apasionan, censuran, procuran, sospechan, adivinan, atreven, desean, piden enseñarte; sólo te enseñan lo que pueden, ruegan, consiguen, deben, exigen, presienten, sugieren, apetecen, aprecian, conceden, convienen, sueñan lo que quieren enseñarte.
En esos aburridos recintos, donde sólo se pierde el tiempo, no te enseñan lo que quieres, aconsejas, demandas, encargas, imploras, intentas, sabes, suplicas, mereces aprender; ni lo que solicitas, precisas, requieres, temes, concibes, entiendes, necesitas, sientes, adviertes, informas, osas, amas, aspiras, instruyes, prevés, apasionas, censuras, procuras, sospechas, adivinas, atreves, deseas, pides aprender; ni lo que puedes, ruegas, consigues, debes, exiges, presientes, sugieres, apeteces, aprecias, concedes, convienes, sueñas aprender.
Las guarderías, parvularias, escuelas, colegios, universidades, institutos, facultades, academias, y otros manicomios, simplemente sirven para estafar, engañar, mentir, entretener, engatusar, confundir, timar a la gente; adoctrinarla, aleccionarla, instruirla, doctrinarla, adiestrarla, amaestrarla, domesticarla, guiarla, encaminarla, ejercitarla hacia el consumismo y publicitar, divulgar, pregonar, difundir, publicar, esparcir, propagar, promulgar, revelar, anunciar, manifestar, proclamar, propugnar, propalar el capitalismo, alegando que ahí se aprende más y mejores cosas que las que pueda enseñar la vida. ¡Gran falsedad ésta! pues, el único centro de enseñanza de éste sistema es la cárcel, donde sólo se aprenden artimañas, trampas, engaños, tretas, artificios, mañas, artilugios y perfeccionan, pulen, mejoran, crean, sugieren, piensan, meditan, enseñan, instruyen, prevén, planean, aconsejan, conciben los crímenes y sus apologías.
Creo aún que las cosas no cambiaron mucho y puedo confirmar muchas de mis afirmaciones anteriores, pues, sin el ánimo de ser un radical o un pesimista, creo que sigue existiendo esa explotación al alumnado que fue criticada muchísimas veces a lo largo de la historia, y que no varió mucho a pesar de las revoluciones de mayo del 68, Warisata o la Reforma Educativa.
Los maestros siguen creyéndose los sabios del aula. Siguen las clases magistrales en que el último en tener certezas será el alumno. Siguen las calificaciones subjetivas que acreditan la excelencia únicamente a Dios, siendo la segunda mejor nota la del tutor y debajo de éste los alumnos. Siguen todas las malas mañas.
A lo dicho, se le agrega condimento optimista: siguen habiendo muchas cosas por hacer, muchas prácticas que cambiar y muchas ideas que aprehender. Siguen habiendo razones para luchar y para vivir. Seguimos conscientes de nuestra existencia y por eso criticamos y deseamos cambios: ¡qué aburrido fuera que ya esté todo dicho y sea todo definitivo! no nos quedaría nada por hacer. Por lo menos ahora si nos queda: la opción de cambio y superación.

16/05/2005

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