Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 17 de abril de 2013

PERFIL DE UN CUENTO ANIMALEZCO

Escribir. ¿De qué? no lo sé. Podría ser tema libre. Importa poco. Lo que si, ya se desgastó la espontaneidad y con ella la coherencia.
Yo creo que para escribir algo trascendente, es primordial mantener la espontaneidad. Porque espontaneidad deviene de imaginación y la imaginación es pilar de la creatividad. Sin creatividad no hay trascendencia, sin espontaneidad nada es importante, y sin imaginación no se puede crear nada.
Intentaré improvisar, y toda improvisación nace de algún  acontecimiento guardado o tapiado en el inconsciente.
¡Insisto! sin espontaneidad, nada importa y se desvanece la subjetividad. Perdemos nuestra individualidad y especialidad para convertirnos en otro engranaje social más del montón. Nos concretamos en algo que, no precisamente, es concreto. Dejamos de ser nosotros mismos para abstraernos en lo social.
En fin. Hace ya tiempo atrás que pienso en escribir una historia zoológica; una fábula sin moraleja, pero con moral.
Ya rompí la espontaneidad con la que quería caracterizar mi obra, pero sintéticamente puedo decir que consistía en la historia de determinado animal, rezagado por ser similarmente distinto y original.
Unos se burlaban, porque no llevaba la pinta (el despijamado). Otros, simplemente se escondían donde nadie más que ellos podría penetrar. Se distinguía a algunos jorobados que ya padecían tortícolis de tanto mirar al prójimo desde arriba. Y, la gran mayoría, de la que nunca se habla en detalle, simplemente quedaban a parte porque no practicaban las mismas costumbres que nuestro personaje, y se comunicaban de maneras transversalmente distintas.
¡Qué ironía! yo me refería únicamente a un équido singular y ahora veo que toda esta fantasía animalezca se asemeja detalladamente a nuestras suciedades (perdón, sociedades). Es un reflejo de nuestra especie, enlatada (perdón, asociada) que se margina en la xenofobia que nosotros mismos parimos para justificar nuestras agrupaciones y rezagos.
¡Ojo! en la paradoja debo yo incluir a los borregos, que balan por montones, guiados por el que se encuentra delante.
Una distinción importante que debo recalcar es que el cuento trata de animales y la sociedad, en cambio, trata de alimañas. Así estamos y así seguiremos si insistimos en encajar donde no pertenecemos ni merecemos.

08/07/2002

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