Aquel encuentro casual entre dos filósofos perennes, provocó el éxodo a un mundo paralelo, sintonizado con música adecuada a la ocasión. Un evento que llevó a dos almas colegiadas a penetrar entre borrascas, cañadas y profundas grutas que albergan delirios de ánimas en pena.
Ardua travesía sincronizada con el ocaso, que acarrea las penumbras en la oscuridad de una noche tormentosa, cuyos nubarrones cargados de furia muestran la apocalíptica lucha entre el bien y el mal, pertinentemente reflejada con las incoherencias entre lo terrenal y divino, representadas por una espesa bruma creciente en el pavimento.
Tenebrosas sombras, interrumpidas esporádicamente por refusilos celestiales, que alumbran los riscos delineantes de profundos abismos, mostrando con pánico exacerbado la cantidad de gélido granizo que se acumula en cornisas y cumbres, mientras ambos colegas especulan respecto a la veracidad de sus últimos días, así como la encapuchada venida de la magra muerte para el total de su especie. Evento predicho muchas veces, pero suspendido recurrentemente por alguna anónima intervención de aquellas almas benévolas, que purgan a la espera de gentilezas sobrenaturales.
El crujir de la carrocería con destino incierto, rompe aquel tétrico silencio, divinamente diseñado para escuchar la voz de quienes dejaron de acompañarnos, que con los melodiosos compases de una espesa tormenta, nos hacen saber perfectamente la insignificancia de nuestra existencia. Sin embargo la dialéctica se ve aún más candente e inspirada, cual si viéramos gatos negros ronroneando al costado de los calderos de pociones pestilentes.
De pronto se siente el profundo vacio de un barranco inesperado. La furia con la que golpea los rostros aquel hálito de fuerza gravitacional en contra, hace saber que el final está pronto. Desestimando cualquier duda, la percepción que se tiene con acelerada cercanía de un aluvión en crecida, que a cada milésima de segundo se avizora más cercano.
Queda sólo un vertical escarpe carcomido por la avalancha generada con el peso de dos cuerpos que ahora se encuentran vacios de alma, esperando su deshidratación para tornar en cenizas que darán a luz a un nuevo par de Fénix.
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