Aquel horizonte vislumbrado ya desde antaño, aunque distinta la perspectiva que bordea sus flancos sin asomo esperado, se hace repentinamente presente cual escarpe de farallón. Y la cumbre que abruptamente carcava hacia la llanura de exquisito valle, ofrece repentinamente manjares y elíxires de dulce fragancia, invitando a probar uno a uno sus frutos otrora prohibidos. Poco a poco aquel candor que invita a enjugar el alma, hace que el valle se convierta en único absoluto, hipercósmico, idílico, absorbente de vida y aglutinante pasional, convirtiendo sus brisas en eléctricas tormentas que desempañaran luego los brumosos velos de rutina calcificada dentro del ser. Y el aluvión que limpie las penas enclaustradas develará nuevamente al idílico valle, pariendo ya desde el mismo horizonte, para omitir en adelante extrañas perspectivas que ladearon en pretérito, invitando a reiniciar el ciclo hasta el hartazgo y gozo.
(SAMU, 20 de julio de 2015)