Antiguamente las relaciones sociales se basaban en un conjunto de jerarquías entre individuos. Gracias a la Revolución Francesa y al individualismo liberal, las relaciones sociales tornaron a basarse, y aún lo hacen actualmente (incluso con mayor énfasis), en la conjunción de personas y cosas; en el predominio de los bienes sobre los individuos.
Actualmente, cada individuo vale más en proporción a su propiedad o su poder adquisitivo. Lastimosamente, todo gira en torno al dinero.
Aquí encontramos un punto común entre los postulados marxistas y el fascismo, pues, ambos reniegan con el individualismo servil del capital y pregonan la destrucción de la actual conformación económica - social que nos subordina al dinero y su poder adquisitivo representado por el vil consumismo.
La diferencia estriba en que los retrógradas de los fascistas añoran retornar al antiguo orden social, subordinando a los hombres entre sí; mientras que los marxistas propugnan la evolución económico - social hasta llegar al máximo del individualismo, la libertad. Obviamente, que ésta se da sólo en proporción a la solidaridad, evitando que el ser humano sea subordinado, tanto del dinero como de sí mismo. Sólo quitándonos el lastre del individualismo liberal, con sus consecuencias económicas; y quitándonos el lastre del individualismo fascista, tan retrógrado que nos hace esclavos entre nosotros; sólo con esta evolución hacia un individualismo solidarista, podremos llegar a la plena libertad y justicia que tanto anhelan los marxistas, y que nunca pudieron poner en práctica a razón de sus raíces autoritarias y dictatoriales.
10/09/2002
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