Poniéndole algo de ají colorado a la trama,
pienso tocar ahora el tema de la imagen: crueles y babosos lobos esteparios que
afilan sus colmillos, mientras las ingenuas caperucitas exhiben voluptuosamente
su mercancía con menguada envoltura.
Clásico ejemplo el que se hace evidente con
los jeans apretados, que piratean la percepción de un físico divino, ocultando
maliciosamente las cicatrices que la misma moda marca en el cuerpo (entre
estrías y celulitis, enfermedades de las modas de la modernidad y sus resabios
postreros). Percepciones evidentemente manipuladas por una estandarización
machista, que lucra con los cuerpos de sus víctimas voluntarias, como antaño
traficaban doncellas los temerarios bucaneros.
Calígulas acechantes ven en éste accionar la
más fácil manera de subordinar al sexo opuesto, para consolidar el patriarcado,
pues en cuanto se define como un ser inferior y con valor mercante, ya se
recarga en el manipulador aquella soberbia de sentirse dominante. A la postre,
lo único que logramos es que un degenerado postrado en su podio pretenda meter
la mano donde no debe y flirtear con falso cetro, alegando además que cuenta
con el respaldo popular para el efecto.
No es que no me gusten las carnes al aire, es
más, a cualquier ser que aún le queden hormonas activas, independientemente del
sexo (mas no del tracto social ahogado en ficciones indigeribles), le
apetecerán. Pero el objeto mercante resulta ofensivo: ese morbo alevoso de achacarle
a la víctima la razón de sus desgracias, esa obscenidad de encubrir parte de la
esencia humana con el único fin de lucrar a costa de su represión volitiva, esa
degradación de nosotros mismos para agradarle al resto (que a veces llega incluso
a sobredosis de VOTOX), esa parafernalia inútil que provoca más degeneraciones
que las que pretende evitar, en fin, todo el montaje extravagante en torno a
una sexualidad encubierta tras los biombos del camarote de Garfio.
Definitivamente sería mejor la convención
social de andar en pelotas, dejarnos de hipocresías bizantinas y despojarnos de
la perversión victoriana. En ese caso posiblemente el galeón, controlando el
equilibrio de las velas izadas en el palo mayor, llegue a buen puerto, dragando
las sucias aguas de conciencias malinterpretadas por propuestas ininteligibles.
(16 de mayo de 2014)
(ver: http://santiagoalonsomedeirosurioste.blogspot.com/2013/12/hasta-la-percepcion-resulta-pirateada-i.html; http://santiagoalonsomedeirosurioste.blogspot.com/2013/12/hasta-la-percepcion-resulta-pirateada-ii.html y http://santiagoalonsomedeirosurioste.blogspot.com/2014/03/hasta-la-percepcion-resulta-pirateada.html)