Cansado de andar a la deriva, buscando un destino aún
incierto, rumiando incluso los avatares de una derrota programada, veo tras la
tormenta de arena y solo encuentro lagañas petrificadas que se prolongan hasta
la diástole. Interrogantes que desangran esperanzas se contemplan en el reflejo
de ilusiones errantes cuyos pétalos se deshojan en angustia: nuevamente quise
tener certezas para decirte firmemente, como otrora, que te amo… mas el ánimo
me tembló y carraspeó mi voz.
Menguando mi tiempo, apenas recuerdo el origen de aquellas
cicatrices, cuya escara lleva tu nombre y los estigmas de tu inseguridad son mi
propina. Las caretas ocultas de la oscura soledad se visten de profundo engaño
lúgubre, que corroe las certezas y gangrena la razón, siendo su brillante tul
una mortal trampa de ciénagas indragables. Mientras tanto se me derrite el hada
entre los dedos y aún me queda la borra de tus demonios.
Filas cuchillas dispersadas en la senda del descalzo,
enseñaron a deambular por extraños laberintos de perpetuos pasamanos, viendo
así desde lo alto el río carmesí, corriendo en aluviones sin paz bajo su ser.
Pétalo entre bestias, cual diente de león en el verde prado. Retos enfangados
que apenas sobrepasan la deontología de su seudónimo. No termino de entender si
se trata realmente de un adiós, o por lo contrario una invitación al
rencuentro, para lo cual me es imprescindible hundirme en lo profundo de tu
mirar, y así reflejarme en el blanco cáliz de tu sonrisa, mas esperaré sentado
por una lágrima de sol, que pueda guiarme nuevamente al reverso de la aurora.
26/02/2014