Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 17 de abril de 2013

LA NAVIDAD S.A.

Efectivamente el meollo del asunto o la causa de mi enfado es la hipocresía de los denominados “creyentes”. No todos, obviamente; sin embargo, una gran mayoría de estos dogmáticos inconsecuentes se desprecian e insultan al género humano.
Hoy es la víspera de “Noche Buena” y lo único asimilable es que toda la gente (sobre todo, pero no exclusivamente, los cristianos) se espanta cuando menciono que no me gusta la navidad. Y no es precisamente que la aborrezca o que sea un sacrílego... eso me importa poco. El punto es que supuestamente, por lo menos es eso lo que amerita ésta fiesta, un 25 de diciembre (que bien podría ser otra fecha) nació un hombre, divino o no, hijo de Dios o de un carpintero (no es concerniente en este caso), que propugnó el amor al prójimo y el desprendimiento material.
Es así que en el día que consuetudinariamente se festeja su natalicio, debierase demostrar algo de respeto y consecuencia con sus ideas. Tal es, posiblemente, el motivo de los regalos navideños, pero los modos y modalidades de generosidad aplicados actualmente están muy lejos de aquellos conceptos que nos quiso transmitir Cristo.
En primer lugar, no podemos hablar de amor al prójimo si para eso nos basamos en nuestras diferencias posesionales y jerárquicas surgidas por un abuso indiscriminado de la propiedad privada.
En segundo lugar, no podemos hablar de desprendimiento si basamos nuestra generosidad en el consumo como vía liberadora de culpas.
En tercer lugar, no podemos hablar de cristianismo si nuestro comportamiento (principalmente éstos y otros primeros 24 días de diciembre) gira entorno a la oferta y la demanda y no hacemos más que pensar en lo que ganamos o perderemos, cuanto podremos regatear, donde nos conviene comprar, etc... En fin, vemos a la ciudad entera convertida en un mercado donde no sólo se intercambian bienes por dinero, sino también almas y moral.
“Que por ser época navideña puedo abusar de vosotros”. ¡qué vileza!
“Que por sus almas deben derrochar su dinero” ¡qué estafa!
Y es así como algunos avispados nos cargan de publicidad y nos embuten personajes inventados para enriquecerse a nuestra costa ofuscándonos y haciéndonos dejar nuestros principios de lado.
En fin, es por esto que aborrezco la época navideña y todo lo insultante que rodea a la pisadura de principios e inconsecuencia moral.

24/12/2002

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