Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

viernes, 19 de abril de 2013

PEDRO JOSÉ

Como todas las noches, aproximadamente a la misma hora, retorna a su pequeña morada por callejuelas adoquinadas, mientras el tibio y agonizante sol le refleja una sombra tenue que dibuja cansada silueta. Arrastra los pies y le pesan los hombros, mas el gusto por llegar al lecho a desahogar la rutina y recrear aquello que el aluvión de ideas le inspire, lo motiva a remarcar su marcha y aligerar el paso. Poco a poco, en la medida que va alejándose del centro urbano y cae el sol en el horizonte, acompaña su peregrinar un paulatino encendido de los faroles adosados en las casas, los cuales adornan balcones durante el día y auguran seguridad a los noctámbulos pasado el poniente. Así mismo se estrechan los trazos viales en la medida que se adentra a las zonas más paupérrimas de su ciudad, evidenciándose paralelamente que el flujo de transeúntes disminuye potencialmente conforme a la distancia.

Una vez alcanzado su objetivo, un conventillo con gruesos muros de barro fortalecidos con paja y fibras naturales, revocados con yeso y argamasa, esculca en los bolsillos de su sucio overol para sacar la pesada llave de la cerradura; agarra la manija del portón; verifica a ambos lados de la vereda, ya sea por costumbre, ora paranoia, ora precaución en los turbulentos tiempos que afligen a las sociedades; introduce la llave y luego de un par de giros, se escucha el rechinar de las bisagras; atraviesa el marco de la puerta y, a medida que cruza el largo zaguán, enciende los fanales que iluminarán su ruta hacia los cuchitriles del traspatio.

Hallase ahí su morada, más allá de la fuente y el aljibe, un diminuto dormitorio apenas suficiente para saciar sus horas de descanso, salita de baño a la justa medida de cada aparato higiénico indispensable, y un saloncito central en el que caben apenas su escritorio, anaquel librero y el anafe en el que calienta sus rústicos desayunos y alguna vianda ocasional. El ala contigua, de proporciones apenas más grandes que la anterior, se beneficia por adolecer de tabiques y columnas que puedan restarle espacio, o al menos eso aparenta desde el exterior, mas cuando uno puede ver lo atiborradas que se encuentran las prensas y demás materiales de imprenta, con los que desahoga sus represiones, cae en cuenta que el local no tiene ningún excedente en área.

Meridiana descripción de su ambiente, que permite hacer énfasis en lo recatada que es la vida de un ser magnánimo, ser con grandes virtudes y capacidades, primando su amor al prójimo, austeridad, serenidad y raciocinio extraordinarios, congruente con todo lo que predica y recatado al momento de hacer críticas. Su paciencia y tolerancia, rara vez comprendidas en los agitados tiempos industriales, le recompensan a la larga, mientras su metodología y pulcritud demuestran el cariño que le pone a cada uno de sus emprendimientos. Público en todo momento, transparente en su actuar, no hace apología de odios ni rencores, pues tampoco oculta sus sentimientos de amor y colaboración: simplemente se restringe de hipocresías y lisonjas, cautelándose siempre de los lambiscones y aduladores. Le brilla el aura cuando toca hablar de manumisiones, pues su entereza moral se basa fundamentalmente en el respeto por la libertad, tanto propia como ajena, habiéndose fijado y recalcado que la transición que surca en esta vida, debe colmarse de bienaventuranzas, no sólo evitando hacerle al prójimo lo que no quisiera tribular, sino también haciendo por el prójimo lo que quisiera que hiciesen por él. Su intachable conducta ética es colmada de pensamiento crítico, cuyo imperativo categórico dicta hacer lo que pueda repercutir en bien y omitir lo que pudiera dañarle a sí mismo o a cualquier otro ente.

Al cabo de un rato de reparador descanso, torna su rostro meditabundo, reconfortándole la sapiencia de que no existen almas solitarias: mientras se logre aún la comunión con el cosmos y brillen las almas con la misma intensidad que las estrellas de Vía Láctea lo hacen. Apea y emprende absolutamente decidido la ruta de salida, planeando encontrar alimento fresco y caliente en alguna pensión cercana, para así recuperar energías y poder invertirlas en su pasión: tomar el frasco de aceite, lubricar engranes, verificar tintes y empastes, dar una rápida leída (por enésima vez) a modo de repaso y verificación, concluyendo con la ceremonial paciencia de colocar reticularmente cada una de las láminas a prensar, editando así un capítulo más de su vida, un mensaje extra en su periódico o un espectacular prólogo a su lectura predilecta.

19/04/2013

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