Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 18 de abril de 2013

NUEVOS AMANECERES

Triste, oscura, nebulosa, cargada de nostalgia, inminente e inevitable surge el alba con aureolas de melancolía, envuelta en un espeso rocío y oscuras nubes que le restan todo crédito a los rayos del sol. La temperatura no merma pizca alguna, mas la humedad creciente aprisiona los suspiros de las ánimas, haciendo pesar la atmósfera contra el mundo entero, agotando hasta a los más dinámicos y dejándolos agobiados ante cualquier esfuerzo. Mientras la incógnita del naciente abunda por doquier, cabiendo dudas respecto a la veracidad del amanecer.

A la par se encuentra también su alma, que perdió toda fuerza vital tras varios días de delirio, carcomiéndole las ansias por revivir lo acaecido semanas atrás en la mesa del boulevard. Rebusca en sus añoranzas y se atemoriza al saber que perdió en el camino algunos de los recuerdos, o la nitidez otrora vivida de la imagen de su adorada obsesión. Una vez tras otra, recorre en retrospectiva cada paso que dio desde que parió su inspiración, pretendiendo encontrar en lo más recóndito aquello que lo haga revivir placeres ranciados en la rutina. Minuto tras minuto, a cada segundo, a cada latido, a cada parpadeo, a cada resoplido, le devienen insistentes las reminiscencias de culpa, por haberse pasado largas horas husmeando en el café, con la esperanza de volverla a encontrar.

Cada despertar torna en martirio, cada día promete agonizar esperanzas dilapidadas. Los párpados se le pegan a la retina, los pulmones se rehúsan hinchar, el latido de su corazón pierde eco, mientras sus pies le pesan a cada paso, como si cargara encima al plomo del pasado y el futuro le plagara de tachuelas su andar.

En fin, luego de tan cargoso arreo, consigue ponerse erecto, cambiar de muda y reiniciar su mortuorio ciclo. Se examina piadosamente en el espejo, rasca la tristeza salada en su rostro, se acicala lo medianamente necesario y recarga valor para emprender la rutina, sin mayor ánimo que aquel con grado de responsabilidad comprometida. Así emprende la cotidiana ruta al laburo, dando un revuelo por la calle de las cafeterías, como lo últimamente acostumbrado, esperando enredarse con la punta del ovillo que allí abandonó.

De pronto abre los ojos hasta deshidratar sus pupilas, el pulso se le acelera, la garganta se le asfixia y se adormecen sus piernas. Enjambres de mariposas aletean su inquietud, mientras las ansias le escurren el cuerpo. Se refriega los párpados para asegurarse de lo evidente que aclaman sus ojos, inspira hondamente y resuelve abordar la situación con templanza. Sin embargo a cada paso que da, cada centímetro conquistado, debe batirse con el nerviosismo, controlar repetidos tics de lenguaje involuntario y esconder la sudoración de sus manos, que alegremente repasan una y otra vez el cuero cabelludo, ora para perfeccionar el peinado, ora para desviar las aguas de sus palmas.

A viva voz repite su nombre, como si la conociera de años, cayendo inmediatamente en cuenta de lo inoportuno de su tono, lo que obliga a reducir decibeles para poder justificar su saber, confesar su obsesión sin verse impertinente, fraguando así los cimientos de una posible relación.

Ella lo mira con soponcio y admiración, embadurnándose de dudas e interrogantes, que se apaciguan en la medida que recibe las torpes explicaciones colmadas de inocencia. Completamente enternecida por mostrencas actitudes preoperacionales, con una pícara sonrisa que se le dibuja en el rostro, decide invitarle a tomar asiento y extenderle cordialidad a sus anchas, dando paso a golondrinas en cortejo, plenamente consientes del deseo mutuo, plasmadas en rocas crispadas por entornos nocivos, deseando remover el tiempo para generarse un espacio que avizore esperanza.

10/04/2013

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