Dejando simplemente tu aroma impregnado en la ropa como tus dorados crespos en la retina, ahora quedan grietas en el temor a perderte, apenas cauterizadas con una vaga esperanza de volverte a ver.
Golondrinas en cortejo, plenamente consientes del deseo mutuo, plasmadas en rocas crispadas por entornos nocivos, deseando remover el tiempo para generarse un espacio que avizora fracaso.
Nunca supe, ni sabré jamás lo que pudo ser, pero la certeza de que el momento marcó un destiempo, llegando tarde a su cita con la puntualidad del designio, hechiza mi detentación del alma tuya.
Titubeé al tenerte, aferrándome al nuevo vacío, recién el momento en que te sentí escurrir entre mis dedos.
Pronto serán las arrugas y canas quienes cuenten el desenlace de este final abierto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tus comentarios me retroalimentan