Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 31 de julio de 2013

KARI KARI

En los confines más profundos de la soledad altiplánica, con espeso manto azabache, cae la silenciosa noche colmada de espectros y adolescente de astros que, como la blanca luna, fueron devorados por tormentosos nubarrones cargados de estática.

Severamente distantes de tecnología y ficciones civilizatorias, los pobladores que en otras ocasiones pudieran disfrutar del magnífico cielo coronado por la vía láctea, recurren ésta vez al reposo precoz, cobijándose al asilo de precarias chozas.

Sabido fue que durante el pernocte hubo un sigiloso husmeo, mas se desconocía aún su origen a pesar del testimonio de un ebrio errante, quien tímidamente, confirmó el avistamiento de una sombra, marcada silueta de primate erecto, cuyo rostro se escondía bajo una capucha de fieltro.

Cuando al levantar el alba las ajetreadas faenas de seres sumamente preocupados dieron la alerta, se hizo presente en el cuchitril el sabio del pueblo, quien sin reparo alguno afirmó vehementemente que se trataba de la intromisión de un ser submundano, el cual se habría apoderado no sólo de la grasa de su víctima, sino incluso de su fuerza vital.

Al cabo de verificar meticulosamente la escena, comprobó el encomendado una serie de pistas confirmatorias de su hipótesis, pues en la almohada quedaba aún el polvo de hueso humano mezclado con hiervas somníferas, característica irrefutable del estilo intromisorio de un Kari Kari (chupagrasa).


Así se repite recurrentemente la leyenda de aquel ser profusamente escabullidizo, enviado de los confines de lo profano, que hostiga con fino bisturí a sus víctimas culpables de ocio y gula, quitándoles el exceso de sedentarismo y reduciendo su voluntad vital, debiendo consumirse grasa de oveja negra para evitar el paso al purgatorio.

31/7/2013

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tus comentarios me retroalimentan