Allí yace, depositada en un frígido rincón, cual
bulto abandonado ante el altar de dioses inmisericordes, recargada de penumbra
y soledad, saciada por las sombras que la rodean y embrutecida por recuerdos e
imágenes abstractas que la hostigan y merodean.
De pronto, se palpa melancólicamente el
cuerpo para terminar acariciando su aterciopelada tez, mientras las saladas
lágrimas buscan la manera de brotar nuevamente por sus henchidos ojos. Toma una
gran bocanada de aire que luego expulsa solemnemente, dándose así el impulso
mínimamente requerido para arrebatar de la mesa cercana un pequeño trozo de
papel de arroz y la cartera de tabaco, mas antes de concluir lo cometido,
desvía su atención a la blanca celulosa aferrada entre sus dedos e imprime un
nuevo esfuerzo por alcanzar algún lápiz desparramado en la misma mesa. Ahí
mismo se reclina sobre un asiento y extiende ante la tabla el pequeño pliego
donde planea plasmar, quizás, las últimas palabras que alimentan su tormento.
Nuevamente respira hondo y vuelve a ensimismarse
ante sus revoloteados pensamientos. La indecisión la mantiene dispersa y la
perversa ansia por concluir sumariamente la aflige aún más. Confundida,
aparentemente abandonando la empresa lírica, coge una pizca de húmedo tabaco,
la palpa suavemente apreciando como de costumbre la fina grasa que deja su
rastro entre el índice y el pulgar, aspira sutilmente su fresco aroma y vuelve
a depositarlo en su lugar, sin permitir en ésta ocasión que le salivé la
lengua.
Resuelta, embiste una nueva empresa y apura
sus pasos hasta la habitación contigua, abriendo sin contratiempo alguno la
puerta del ropero y trepando hasta la última repisa, para sacar de allí un receptáculo
de madera brillante con altorrelieves barrocos. Cumplida su meta, ensombrece el
rostro y retorna a la mesa con el paquete entre las manos, recuperando la magra
expresión que ahonda en su tristeza. Retira la tapa del cofre y con proverbial
paciencia extrae el antiguo revólver Smith&Wesson calibre 38 de su
benemérito progenitor, así como la pequeña caja de municiones plateadas y los
implementos de limpieza.
Distraída con el afán, abandona
esporádicamente aquél cúmulo de aflicciones y concentra su vitalidad en
desarrollar un trabajo absolutamente pulcro para relucir de aseo el cromo que
cubre el arma, así como las sulfurosas estrías que corren en espiral por el
interior del cañón. Obsesión estridente que empieza a carcomerla por dentro. A
partir de la séptima u octava repetición de una rutina que rememora antiguas
caricias del frío metálico, cual si fuera la gélida alma de aquel amor mal
correspondido, del tirano que la mantuvo en equívoca contemplación obnubilando
su ser primicial, del truhán que la está ahogando entre suspiros y melancolía,
vuelve en sí para seguir martirizándose.
Arma en mano, con la fría bala depositada
suavemente dentro del tambor, con la cacha hurtándole calor y humedad a la piel
de sus manos y con el cañón bien dispuesto en la sien derecha, el remolino de
tristes recuerdos y el dilema ético gangrenándole la mente, siente la presión del
gatillo entre el temblar de sus falanges y presume el “click” del martillo que
se clava en el percutor: incandescente chisporroteo que ilumina todo el ambiente,
que vierte de nueva luz su cerebro y amalgama de colores sus sentidos; estruendo
que retumba en cada una de las paredes, en cada mueble, en cada rincón, en cada
vericueto, cuyo eco repica estridentemente en los vidrios, casi clisándolos
entre hondas ensordecedoras. Así se abre paso entre el conducto surcado, girando
armoniosamente, la energúmena munición que irá a impactar su confusa testa.
Restablecida del shock, retraída del
premonitorio sueño, aterrizada en la última impresión, aquella que refiere el
peso del arma apoyándose cerca del parietal, derrama su última lágrima de
impotencia y abandona el arma al costado de la tabacalera. A la par, cae en
cuenta que lo único que puede ganar como venganza es que su verdugo tome, por
primera vez en su vida, una esponja para limpiar la sangre derramada en la
alfombra.
Ahora sólo le queda empacar sin retorno.
(11/12/13)