Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 18 de abril de 2013

PEDARQUÍA

Hubo una vez, hace mucho, mucho, mucho tiempo atrás, algunos seres extraños que dejaron de caminar en cuatro patas para usar la mente, el equilibrio y los pies dando origen a esta historia.

En un principio, se vieron solos en el mundo. Eran presa fácil de los animales salvajes y les costaba mucho alimentarse, porque sólo tenían piedras y palos con los que cazaban la carne a garrotazos.

Dicen por ahí, que ellos vivían en cavernas, se abrigaban con pieles grasosas y su verbo, adjetivo y sustantivo favoritos eran el “UNGA”, que por supuesto, conjugado o sumado a otros vocablos tenía distintos significados. Por ejemplo un “UNGA” sólo podía significar que si, sin embargo cuando eran dos “UNGA-UNGA” podían significar que no. Cuando respondían de qué era su abrigo le aumentaban la terminación “TO” (UNGATO). Cuando se enojaban, amenazaban con UNGA y ROTAZO. Es más, un garrotazo dejaba todo roto.

Así, poco a poco fueron pasando los días, las semanas, los años, las lunas y los soles, hasta que su lenguaje mejoró lo suficiente para comunicarse y hacer uniones entre ellos. Eso dio lugar a lo que después se llamó familias que, a medida que iban creciendo se convertían en clanes.

Como vimos al principio, estos seres extraños que competían con sus mujeres, para ver quien llevaba el pelo más largo o tenía la barba más tupida, eran presa fácil de las fieras de bosques y estepas. Animales feroces con grandes garras y colmillos, que los devoraban como a patitas de pollo y se mondaban los dientes con las costillas de nuestros personajes.

Sin embargo el momento en que los extraños seres decidieron vivir con sus familias y formar clanes, pudieron al fin, librarse de esos ataques. Y es lógico, ya que las fieras podían vencer a uno sólo, pero les era mucho más difícil cuando se trataba de varios, que además se daban modos de acorralar a tigres y lagartos, jalarles la cola, montarse en su lomo, morderles la oreja hasta hacerlos rendir, cazarlos y comérselos en la cena familiar.

Pufff… por fin algo menos en qué preocuparse. El unirse en familia les facilitó la obtención de comida y abrigo, pero sobre todo los salvó de su peor enemigo en ese momento. Las fieras, que de asustarlos pasaron a alimentarlos.

Cuando nuestros seres extraños resolvieron su primer problema juntos, decidieron unirse con otros clanes para resolver otros problemas más complejos, como ser los desastres naturales (terremotos, tormentas, volcanes); y formaron sociedades que los ayudaron a protegerse de otros clanes enemigos, construir casas, crear ciudades y cosechar alimentos en apoyo mutuo.

Lastimosamente, además de ayudarlos con los peligros y las tareas diarios, esas sociedades crearon a otro enemigo, nacido entre ellos mismos. El abusivo, el más fuerte, el que quiso controlarlo todo, el mandón, el que dio origen a la esclavitud y se quedó con la mejor parte de lo que ellos creaban.

Es así que, no sólo aparecieron en nuestra historia los gobiernos y los reyes, sino que nuestros extraños seres se vieron obligados a crear asociaciones más pequeñas (barrios, sindicatos y gremios) para protegerse de los abusos de quienes controlaban a las asociaciones grandes.

Un día, hace ya no tanto tiempo, estos pequeños grupos de la sociedad decidieron terminar con los mandamases.

-          ¡Que le corten la cabeza! – gritó alguno.
-          Yo inventaré un aparato y lo llamaré Guillotina – respondió otro
-          Traigan a la reina – concluyeron.

Así fue como María Antonieta pasó de reina a actriz de circo, pero esa ya es otra historia.

En fin, nuestros seres extraños se libraron de un mandamás, luego de otro, luego de uno no tan mandamás, y otro, y otro más. Hasta que alguien se dio cuenta que ya no habían mandamases a quienes cortarles la cabeza, que por la escases hasta habían empezado a sacrificar a “mandamenos” y hasta a mandados.

-          ¡Basta! – gritó alguien con todas sus fuerzas – no podemos seguir así, necesitamos volver a ser seres pensantes.

Con esas palabras inspiró a algunos grupos que, a la cuenta de varios cafés y discusiones cerca de la chimenea, decidieron crear algunas reglas para organizar a la sociedad.

Inventaron unos derechos humanos, para que los mandamases dejen de ser tan torpes con los demás y nos encasillaron a todos en unas jaulas de leyes, que nos limiten para vivir en esa sociedad por igual.

También se inventaron a los presidentes que deberían obedecer a sus ministros recientemente inventados, quienes debían obedecer a sus electores recientemente democratizados.

Sin embargo no estaba todo resuelto aún, pues seguían existiendo diferencias entre unos y otros. Algunos seguían teniendo poder para dominar a los otros. Habían ricos y pobres, flojos y trabajadores, gordos y muertos de hambre.

Eso último, dio lugar a que algunos pobres se quejen, algunos ricos se apenen y muchos inteligentes filósofos piensen en distintas soluciones.

Surgieron muchisisisisimas ideas: algunas sugerían el abandono a las sociedades y retorno a las cavernas; otras proponían hacerles la guerra, aplastarlos y dar la vuelta las cosas; otras proponían crear barrios más pequeños en los que pudieran vivir libres del resto, otros exigían que los gobiernos les dieran todo a cambio de su libertad.

De toda esta ensalada de opciones, surgieron las ideas de libertad, igualdad y solidaridad entre los hombres y mujeres, que como únicas reglas absolutas sugerían: la tolerancia (aceptar que somos distintos pero nadie vale más que nadie), la ayuda mutua (el que puede, ayuda en lo que puede, al que necesita su ayuda), la razón (se hacen las cosas pensando antes en sus efectos y beneficios) y el respeto a la libertad de cada uno. Esto se entiende básicamente como el amor de todos hacia todos.

Claro está, que los que seguían esas ideas, ya no sólo dibujaban corazones flechados en los árboles con sus iniciales y las de su pareja. También dibujaban en las paredes un círculo que representa todos, con una “A” adentro que representa al amor que se les tiene.

A eso le llamaron “Anarquía”, que quiere decir que no necesitan de un gobierno y que no tienen que sufrir por ningún mandamás.

16/11/2012

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