Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 17 de abril de 2013

CALACOTO, CASA Nº 8359

Me siento derruido por ésta, que es otra etapa triste de una historia, que empezó hace mucho tiempo: hoy vi como intentaban arrancarme de raíz, mas germiné con anterioridad en otros lares y distribuí una semilla que me ayudará a soportar tales avatares. Vi como se derrumbó pieza a pieza el castillo de cristal que me dio luz, vida y verdad. Paciente y melancólicamente soporte la agonía de una cosa “Casa” con riqueza cultural, que era sustituida por el corrompido progreso y las fauces del capital.
Es así como, una vez más, se confirma aquello que empezó hace varios siglos atrás y resurge de entre tinieblas en cada corto verano que le brinde oportunidad. Se trata de algún tipo de confirmación, de aquella réplica en espiral, acogedora de grandes verdades ocultas entre siberianas nieblas de la neurosis. He aquí, otro fundamento para propugnar el humanismo y la razón, en contra del canibalismo estigmatizante de aquel progreso, arado por monedas acuñadas con envidia e ignorancia.
Serán pocas, pero muy valiosas, las veces que reconocemos la capacidad destructora del egoísmo humano, fomentado principalmente por un trofeo, que promete ser otra dosis del placebo que alimenta nuestro consumismo.
Si bien yo podré reincorporarme, no quedará ningún rastro de lo que alguna vez fue fuente de inspiración y germen de espontaneidad. Lo que hoy es aún el esqueleto, pronto se convertirá en cenizas y se callarán las voces que relatan la verdadera historia de un falansterio muy peculiar, para luego caber simplemente interrogantes respecto a su ficticia historia y al surrealista mundo que alguna vez comprendió.
Ésta voraz máquina lavadora de cerebros ocultará ante los ojos del mundo la verdadera espontaneidad y capacidad creativa, que se desarrolló en aquella utopía decorada con polvo de hadas.
Ya nunca nadie sabrá la verdad de aquellos ríos de charco o plátanos de hoja. Menos aún, se sabrá sobre aquel hippismo inspirador de comunas gitanas, que deambulaban luciendo sus caretas y disfraces.
El día que murió la cosa “Casa”, a un pequeño cordero de escenas navideñas sólo le quedó esperar el futuro, con la apremiante duda respecto a la aplicabilidad de ciertas experiencias nutridas por la catástrofe, versus la opción de reinventar un presente avivado por aquellos que compartieron su gloria. Deberá solucionarse la incógnita que encierra la ancestral pugna entre el individualismo y la colectividad.
Sea por eso y el alma de algunas cosas: ¡Salud! y hasta siempre.

15/09/2004

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