Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

lunes, 23 de noviembre de 2015

CUATRO DE TRES

Sí, siempre. Así fui yo, siempre. La eternidad me tendió sin disuasión, contemplación ni compasión tal destino. Desde siempre purgué un estar paupérrimo entre líquidos. Del amniótico al alcohólico, para terminar en el antihigiénico: aquel purgatorio de los desechos urbanos, otrora denominado “las claras aguas del oro”. Templada estancia donde paso los días, desenredándome de algas y aletargándome con la suave fricción del limo que arrastran las corrientes. En aquellas profundidades retenidas por la oscura fosa del anonimato, esperando la epifanía de alguna sirena rivereña.

Ya es un nuevo año, se acerca la temporada húmeda y las autoridades tienen apremio por hacer el rutinario mantenimiento de toda la estructura subterránea, que canalizará las acaudaladas aguas que traerán las tormentas de verano. Se establecen los protocolos y se trazan las prioridades. Concluida la engorrosa pantomima burocrática, se levanta la bandera y empieza el despliegue de ingentes cuadrillas de limpieza: sumideros, bocas de tormenta, alcantarillas, embovedados, diques y canales, todos ultrajados por palas extasiadas y topadoras quemando diesel al máximo de revoluciones por minuto.

Después de tanto tiempo estando acá, hablando con migo mismo y con mi soledad; soportando el frío de mi entorno y el de mi soledad; ahogándome en rutina, ahogándome en supuradas aguas, ahogándome en mi soledad, por fin encuentro compañía en tres sujetos que, amablemente, deciden compartir mi morada por un tiempo, trayéndome novedades de la superficie y alegrándome el halo con sus anécdotas y aventuras, típicas de aquella complicidad que emerge en las rutinas entre colegas.

Lamentamos reportar a toda la ciudadanía, que en horas de la tarde, una patrulla de obreros contratados por el gobierno de la ciudad, los cuales se encontraban haciendo una inspección de grietas y cuantificación de sillares a reponerse en la bóveda del río principal, fue terriblemente sorprendida por la granizada. Habiéndose puesto en resguardo, a pesar de las dificultades, el supervisor de obra y cuatro obreros, se lamenta el extravío y posible deceso del capataz y dos obreros que lo acompañaban en la punta de la comitiva, los cuales aparentemente no corrieron la misma suerte que el resto del grupo y fueron arrastrados por la riada. Informan las autoridades que ya fueron desplegados los equipos de salvación y se aunarán esfuerzos para recuperar a los extraviados.

A diferencia mía, estos mis tres nuevos acompañantes cargan prestigioso ropaje y sólo conocen la vida a través del trabajo. De lo único que hablan es de su laburo y los logros obtenidos a través de éste. Ya van tres semanas que no se cambia de tema y aquella rutina me hace extrañar mi soledad. Quizás hubiera sido más oportuno mantenerme acomodado con mis sueños, mi frio y mis miedos, a tener que aguantar la cháchara de aquellos que empiezan a serme intrusos en mi morada.

Informamos que, después de veintitrés días de extenuada búsqueda, los equipos de salvamento organizados por la comuna, dieron con el paradero del capataz y los dos obreros que fueron arrastrados por la tormenta de febrero, mientras estaban inspeccionando la bóveda del río principal. Así mismo se encontró un cuarto cadáver, aparentemente de un desafortunado alcohólico que habría acabado sus días en algún bar clandestino o “cementerio de elefantes”.

Al final de cuentas logré acostumbrarme a la compañía. Incluso me fueron contagiadas sus ganas de vivir y veo a la postre mi rehabilitación. Creo que por fin dejaré de beber. Por lo pronto me quedo con la impresión que me traen aquellas siluetas que pretenden sacarme de mu refugio, las cuales vencieron la resistencia de las algas y ya abdujeron a mis nuevos amigos. Tendré que acostumbrarme a esa nueva luz que ahora y repentinamente me está encandilando.

(SAMU 21/11/2015)


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