Entre penumbras y avatares, luego de fatigosa
traqueteada, inducido por un exuberante escaneo interno y sopesando los éxitos
y fracasos, veo que llega la hora de partir, dejando el legado a nuevos errantes
que tanteen la utopía que vigiló mi existir.
Hipnótica nostalgia guía mi vista al
firmamento hasta que te veo navegando los cielos, conduciendo la marea
galáctica hacia los orígenes y enciendo inmediatamente la argentina vela que
ilumine los designios y guíe tu barcaza a prodigioso halo, encontrándonos
finalmente en el lindero de agonías, para someterme a tus mágicas manos
epicúreas.
Así ¡oh Ariadna! Ataviarás mis heridas y
sanarás las laceraciones de tributante camino, induciéndome a cruzar
beneplácito el laberintico sendero del más allá, donde el amor sepa nuevamente
a dulce néctar y el aullar de lobos me recuerde las melodías del cosmos.
Aquel brinco a tu canoa iniciará un viaje sin
retorno que, a pesar de tener la certeza respecto a sus virtudes, me hiela el
miedo que engarza mi cordón de plata con seres muy próximos y queridos, sin
embargo el tiempo ya está marcado por el destino y la luminosidad cósmica se
ancla en mi espíritu invitándome a dar el último paso sin titubeos.
Ahora oigo con deleite aquel agudo cantar de
las estepas que me acompañará por siempre en lo etéreo. ¡Que así sea!
(SAMU 14
de mayo de 2015)