Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 18 de abril de 2013

CAFÉ ESPERANTO

Taciturno pasea por la alameda de la ciudad, rumeando los escollos de su cautivante soledad, mas gozando en simultáneo aquella vivacidad que lo rodea y le demuestra que hay vida antes de la muerte. Absolutamente despreocupado por los avatares de este mundo, lo único que lo angustia es su propio egotismo y las ansias de compartir felicidad y cariño.

De pronto, cual si lo atrapara una fuerte ventisca, ora escapando de alguna malograda alma, ora volviendo en sí de profunda meditación para darse cuenta que podía perder rumbo, vira bruscamente en la primera esquina que se le ostenta, tomando así paso resuelto hacia nuevo destino: le escurre por el limbo un profundo antojo de moca en su paraje predilecto. Es así como, a presuroso paso, cruza el centro de la ciudad para finalmente atravesar entre bolardos y llegar al boulevard comercial: agradable paseo peatonal, decorado con antiguos faros opalinos y losetas de diversos colores, formas y tamaños, con elegantes vitrinas y, por supuesto, una gran variedad de cafeterías y locales de comida al paso.

Aparentemente prejuicioso, discrimina racionalmente cada una de las opciones, las cuales conoce de antemano que difieren de su antojadizo deseo antelado. Ya desde la alameda tenía resuelto llegar a su rincón de permuta bohemia, el lugar que toma prestado temporalmente, cada vez que necesita retrotraerse con buen servicio, acogedora música y excelente visual, además del exquisito café que invita con su aroma a los transeúntes.

Colindante por un lado con una espantosa y barroca galería de venta de mercachifles y adornos de mal gusto, la cual gracias al accidental ochave de inexperiencia constructiva, únicamente es visible de frente y algún ángulo algo incomodo y reusado por el buen observador; al contramano lo linda una prestigiosa óptica cuyos elegantes escaparates hacen perfecto juego al estilo minimalista de su inmueble; de frente se encuentran otros locales de expendio de alimentos y una muy bien surtida librería vecina de la heladería más antigua de la ciudad; y justo a la altura precisa para sombrearle la terraza, un frondoso molle florido. El edificio es muy rústico, a dos aguas y con cercas de madera cruda, cuya entrada cobra relevancia con el par de gradas de piedra abujardada, bordeadas por una jardinera con helechos que le dan frescura a los cotidianos veintiséis a veintiocho grados de temperatura de la región.

Obviamente un lugar tan acogedor tiene que coronar las predilecciones de un meditabundo, invitándole a buscar una mesa vacía en la terraza, la cual casualmente se encuentra de frente a la ocupada por una bella escandinava.

Inmediatamente toma asiento y se percata de la presencia de su futura ninfa de ensueño, olvida su espíritu melancólico para absorberse en un imaginario idílico y contemplar el panorama cual escena melodramática. El alma le vuelve al cuerpo con inquilina esperanza, que luego tornará en obsesiones atrapadas por el deseo.

06/04/2013

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