Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 17 de abril de 2013

LINGÜINI SOCIALISTA

Soy tan indiscreto, que tocaré los tres tabúes que no se deben mencionar en una mesa: cocina, política y religión.
Empezando por la cocina, daré la receta secreta de un tipo de lingüinni con cuatro quesos.
Primeramente, se prepara spaguetti al dente y se lo vierte en una fuente con mantequilla para que lubrique con las salsas. Seguidamente se lo mezcla con un huevo crudo aprovechando que aún esta caliente, para cumplir con la función de un buen fetuccini.
En cuanto a las salsas, deben hacerse dos por separadas, ya que si se mezclan en el proceso preparatorio pueden amargarse.
La primera que recetaré consta de una salsa blanca algo aguada, a la que se le vierte queso muzzarella para espesarla y hacerla ligosa. Se hierve la salsa para que quede bien cocida y  cuando se entibia, se le vierte queso parmesano para agregarle cierto sabor exclusivo.
La otra salsa esta compuesta por crema y queso roquefort. Basta con calentarla un poco para que tenga sabor y no se amargue el queso. Una vez calentada se le agrega queso chaqueño por encima, para que sea más vistosa y porque es un requisito burocrático más para cumplir con los ya denominados cuatro quesos.
Se vierte la primera salsa en el fetuccini logrando acaparar todo el spaguetti y afianzándolo; luego de tenerla inmersa en el plato principal, se le agrega la otra salsa que le da un toque final, cumpliendo así nuestra meta y disfrutando del exquisito sabor de un buen lingüinni.
Me toca hablar de política para continuar mi malacrianza, y lo que haré es una analogía entre el lingüinni y las corrientes sociales.
Imaginemos que el spaguetti es el pueblo y todas las circunstancias que lo rodean: política, economía, sociología... en sí, el sistema; la mantequilla sería la educación y cultura; y los quesos son las ideas sociales: marxismo, anarquismo, socialdemocracia y doctrina social de la iglesia.
El pueblo debe estar preparado al punto exacto para que esto funcione, entonces se lo unta de educación y cultura para que puedan lubricar las ideas sociales, y el huevo lo comparamos con valor: embadurnamos de valentía al pueblo para que pueda cumplir plenamente sus funciones revolucionarias.
En cuanto a las corrientes sociales, éstas deben ser tratadas por separado para no confundir las cosas ni amargarse la vida. Por un lado esta el socialismo moderado y por el otro queda el socialismo radical.
El socialismo moderado, como siempre, algo aguado se basa en la flexible y ligosa socialdemocracia que nos espesa un poco las ideas. Esta ala del socialismo debe estar bien procesada (hervida), para evitar impurezas. Cuando se entibian las cosas, aparece la doctrina social de la iglesia que tiene una aceptación exclusiva para creyentes (parmesano).
El socialismo radical se compone por el sabroso anarquismo, que no necesita mucha candela, pues basta con calentar un poco las ideas para mantenerlas vivas y no enturbiarlas. Para darle el toque final, hablamos del burocrático marxismo, que sin él no se completa el cuadro socialista.
Al pueblo no se le pueden presentar de golpe las ideas radicales, por lo que debemos presentarle primero las moderadas, así conquistarlo, afianzarlo y luego de inmersarlo al socialismo, se le presentan las ideas finales: la izquierda radical cumpliendo con nuestro fin que es la revolución y el exquisito sabor de la libertad.
Finalmente, y para terminar mis blasfemias, diré que el plato principal de la última cena no era pan y vino, sino un lingüinni con cuatro quesos. Cómo Jesús hizo una analogía similar, Judas dudó de tales ideas revolucionarias y lo traicionó mandándolo a crucificar. Lo mismo hizo Stalin cuando Trotsky, que tenía como cuerpo a la revolución y El Ejército Rojo como su sangre, hablo de una revolución permanente.
Espero no indigestar a nadie con mis ideas, pues no deseo ser traicionado ni acabar crucificado.

30/09/2002

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