Así, cuando me
rebosa en aluviones
la tendencia a
crear espacios en mi ser,
para que luego
queden agobiantes vacíos,
cuyo eco de
nostalgia palpita
hasta cristalizar
el tuétano;
Cuando mi “no
lugar” se encuentra
colmatado por tu
ausencia
y el peso de una
lágrima
alisa las arrugas
de mis párpados,
cual si fueran las
acequias
destinadas a
conducir aquel riego de pesar
por la aridez de
un rostro herido;
Cuando
no desisto de preguntarme:
¿por qué no
dejamos todo de lado
y nos entregamos
plenamente,
rebosando la
sinceridad
que carcome
nuestro silencio?
Entonces solamente
deseo desmarañar
aquel nudo en la
garganta
que enreda las
tripas con el corazón
enclaustrando al
cerebro
en un confuso
mariposario
de shock y
cortocircuitos;
Solamente deseo quedar así:
absorto,
hipnotizado, fascinado,
contemplándote
eternamente,
exhalando
el amargo extravío
y
evaporando la hiel de resaca ajena;
Solamente
deseo admirarte
con
respeto y holgada distancia,
como
cuando se aletarga la razón
junto a
prosaica hoguera,
cuyas
llamas siempre reflejan
el negativo
de un alma extraviada,
deshilachándose
de soledad
al
compás de aquellas brazas
que
pierden brillos ante la muerte,
agotándose
en magras cenizas
de un
candor pasional pretérito.
Así de
lejano, para evitar asfixiarte
privando
la frescura de tu esencia,
pero
también así de próximo,
aspirando
tu fragancia a dulce resina,
degustando
tu incienso y mirra,
evitando
adolecer de tu cobijo.
10/10/2014