Nuevamente llegas
acarreando el volátil sabor a la alegría,
exponiendo sutilmente
aquella flor de tu pecho,
cuyo cáliz se da
suave, tibio y antojadizo,
inspirando la succión
de tus almíbares
tras supurar pasión y
espumar erotismo,
en consonancia
absoluta, en concierto idílico
con aquel enredo
entre tus rubias y largas hebras.
Nuevamente te sueño,
te añoro y te deseo.
No comprendo qué fue,
si es que realmente fue.
No sé qué será, ni si
es que alguna vez lo será.
Sin embargo, ahora,
en éste crudo y frígido presente,
sé que no es más que
un iluso colibrí revoloteando
ansiosamente
contemplativo ante un cuadro de Renoir,
esperando encontrar
la manera de deglutir su néctar,
cuya fragancia se
confunde aún con la trementina.
Nuevamente te respiro
y respiro soledad,
carcomiéndome la
angustia por beber de ti,
por alimentar las
fauces de inertes jemes
aferrados a tersas
caderas, y sobornados por la piel
de serranías lejanas
que ventean abatidos silbidos,
asidas aún en mi
infortunio y amalgamadas en el deseo.
Nuevamente me guías
al cadalso de obsesión
y transcurre la
cristalina gota lagrimal por la nuca,
impidiendo darle la
espalda al día a día,
condimentando la
existencia con bizarra sazón.
Nuevamente te alojas
en mi imaginario prohibido,
reiniciando así la
bella tragedia de añorarte.