Ruego me toleres, sin angustias por un presunto acoso
ilusorio, pues la intención no lastra voluptuosidades instintivas, sólo tratase
de sincronía con el cosmos y tomar un respiro al ritmo de la aurora, para luego
reescribir aquella historia que nunca fue, a pesar de plasmarse en la
inconsciencia.
Espero no incomodarte. No quisiera que seas alimento de mi
embriaguez, mas tu luz me absorbe hasta encontrar la profunda oscuridad del
abismo eterno, ora tu fragancia nutre el silencio que guardo en el epitafio de
mi pudor, mientras espero sereno y solemne, perfilando una mirada fija que
estrangule la inclemencia de suspiros rebeldes. Aquellos suspiros que
manifiestan movimientos bruscos y repentinos de alegrías extraviadas, que al
procurar reencontrarse, sólo dejan un huracanado vacío a ser cubierto por halos
de tristeza y melancolía ranciada; y luego, cual fermento, elevan un tufo que
crispa lágrimas en los cristalizados ojos ahogados de pasado.
Solamente deseo admirarte con respeto y holgada distancia,
como cuando se aletarga la razón junto a prosaica hoguera, cuyas llamas siempre
reflejan el negativo de un alma extraviada, deshilachándose de soledad al
compás de aquellas brazas que pierden brillos ante la muerte, agotándose en
magras cenizas de un candor pasional pretérito.
23/6/2014
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