Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

viernes, 16 de mayo de 2014

HASTA LA PERCEPCIÓN RESULTA PIRATEADA IV

Poniéndole algo de ají colorado a la trama, pienso tocar ahora el tema de la imagen: crueles y babosos lobos esteparios que afilan sus colmillos, mientras las ingenuas caperucitas exhiben voluptuosamente su mercancía con menguada envoltura.

Clásico ejemplo el que se hace evidente con los jeans apretados, que piratean la percepción de un físico divino, ocultando maliciosamente las cicatrices que la misma moda marca en el cuerpo (entre estrías y celulitis, enfermedades de las modas de la modernidad y sus resabios postreros). Percepciones evidentemente manipuladas por una estandarización machista, que lucra con los cuerpos de sus víctimas voluntarias, como antaño traficaban doncellas los temerarios bucaneros.

Calígulas acechantes ven en éste accionar la más fácil manera de subordinar al sexo opuesto, para consolidar el patriarcado, pues en cuanto se define como un ser inferior y con valor mercante, ya se recarga en el manipulador aquella soberbia de sentirse dominante. A la postre, lo único que logramos es que un degenerado postrado en su podio pretenda meter la mano donde no debe y flirtear con falso cetro, alegando además que cuenta con el respaldo popular para el efecto.

No es que no me gusten las carnes al aire, es más, a cualquier ser que aún le queden hormonas activas, independientemente del sexo (mas no del tracto social ahogado en ficciones indigeribles), le apetecerán. Pero el objeto mercante resulta ofensivo: ese morbo alevoso de achacarle a la víctima la razón de sus desgracias, esa obscenidad de encubrir parte de la esencia humana con el único fin de lucrar a costa de su represión volitiva, esa degradación de nosotros mismos para agradarle al resto (que a veces llega incluso a sobredosis de VOTOX), esa parafernalia inútil que provoca más degeneraciones que las que pretende evitar, en fin, todo el montaje extravagante en torno a una sexualidad encubierta tras los biombos del camarote de Garfio.


Definitivamente sería mejor la convención social de andar en pelotas, dejarnos de hipocresías bizantinas y despojarnos de la perversión victoriana. En ese caso posiblemente el galeón, controlando el equilibrio de las velas izadas en el palo mayor, llegue a buen puerto, dragando las sucias aguas de conciencias malinterpretadas por propuestas ininteligibles.



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