Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 27 de marzo de 2014

EUTANASIA II

Entumecido, ataviado por una quietud anquilosante, absolutamente desconcertado con mi situación real,  me veo rodeado por las tenebrosas tinieblas, en la garganta del abismo de Belcebú, por donde apenas se filtra un fino hilo de luz que acompaña mi esperanza. Sabiéndome físicamente disminuido, decido evitar cualquier esfuerzo corporal.

El agudo eco de los lloriqueos nuevamente acompaña mi lecho, pero debo controlar mis ansias y la corrosiva curiosidad por descubrir el rostro de su proveniencia. Es mejor que acumule fuerzas y abra los ojos recién en cuanto tenga la certeza de superar las obnubilaciones. Entre tanto tengo aún muchas otras cosas que descubrir, siendo pertinente priorizar aquellas que me demanden el menor esfuerzo, de entre ellas, descifrar aquel recurrente sueño que a la par de describir mi esencia, me involucra con seres aparentemente queridos por mí y revela un trágico accidente: recuerdo que en cosa de segundos recibía un aluvión de imágenes decoladas desde un cálido beso de rutinaria despedida, hasta el violento tráfico de una ciudad convulsionada, deteniéndose todo abruptamente con el impacto de mi motocicleta, ruidos de explosiones, gritos desesperados, alarmas de auxilio y sirenas intermitentes. Todo aquello me acarrea a una tétrica oscuridad absoluta, que me enceguece y cuyas tinieblas logran nublar todos mis sentidos. Tortura en la que siento ahogarme una y otra vez, mientras vuelven cual recuerdos aquellas imágenes representativas de un universo paralelo.

Incluso avispado siento un vínculo estrechísimo con aquellas premoniciones, como si fuera yo realmente el actor principal de semejante tragedia, mas mi única constancia real de existencia es que soy un ser racional, capaz de percibir tenuemente lo que sucede en mi entorno, sin mayor voluntad que la de abrir mis ojos y sobrellevar dolores extremos de origen desconocido. En fin, sólo puedo afirmar que llevo una existencia vegetativa sin pasado propio y con un presente sumamente agobiador. Brotan en mí muchos conocimientos de las ciencias e historias, sin que pueda definir el precedente, pues es como si mis genes ya vinieran recargados de cultura general; cosa que aún no me explico, toda vez que desconozco su origen en mi raciocinio y considero inconcebible abarcar tanto conocimiento, sin antes haberme desarrollado en el ambiente. Tengo aún plena conciencia de mi primera pulsación e incluso de mi descubrimiento de la luz, eventos primordiales en mi paso por éste mundo, que se dieron hace un par de desmayos, por lo tanto deduzco que mi corto tiempo en esta tierra es incapaz de dotarme de tal raciocinio.

Sé que en este momento me encuentro plenamente despierto, sé que voluntariamente aquieto mi cuerpo y retengo cerrados los párpados, pero no me he dormido aún. Sin embargo vuelven a mí aquellas imágenes del sueño que me hostiga repetidas veces. La diferencia en esta ocasión es que acarrea imágenes mucho más nítidas que las manifestadas en estado alfa. Ya veo en ellas detalles que antes omitía, veo el blanco rostro de quien aproxima su dulce boca a la mía para despedirse, veo el brillo de sus ojos que denotan amor y admiración por mí, veo en su complicidad el enlace que nos une desde su esférico vientre y la promesa de una relación familiar prosperando. Incluso logro ya vincular la agudeza de su voz con el mismo tono de sollozos que acompañan diariamente mi lecho.


¡Debo abrir mis ojos! Tengo que descubrir aquella verdad que me está enloqueciendo, develar si realmente se trata de ella y si realmente tengo una historia propia, anterior a mi actual conciencia. El miedo a lo inesperado, ora el miedo mismo a lo que espero develar, ora aquel miedo a reconocerme distinto a lo que ya creo que soy en la actualidad, son pasiones que empiezan a ahogar mi intención. Dilato el momento de verificar mis supersticiones mientras me corre un halo frío por el alma… titubeo, me acobardo… y ¡zas! Doy el brinco a la piscina: abro grandes los ojos, enfoco la mirada, supero la incandescencia y perfilo mi vista hacia el lamento que me acompaña. En el mínimo margen de segundos que separan mi acción al repentino salto de mi objetivo que, nuevamente, expresa su sorpresa llamando a otra gente, logro encontrar entre la negra cortina de mechones caídos un blanco rostro calcado de las facciones registradas en la musa de mi sueño.

27/3/14


CONTINUARÁ...


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