¡Despierta, alma encadenada!
Rompe las ataduras invisibles
que el egoísmo y la opresión han tejido,
porque nadie es libre en soledad,
sino en la unión que clama por reciprocidad.
Extiende tu mano sin preámbulos;
cada gesto, cada ayuda es un grito
contra el muro de la indiferencia.
No basta con palabras huecas,
la coherencia exige actos que respalden el ideal.
¿Acaso te callas mientras otros sufren?
Alza tu voz, impera el apoyo mutuo,
pues en el intercambio sincero de solidaridad
se forja el puente de nuestra coexistencia:
¡liberar al prójimo es liberarse uno mismo!
Que ardan las estructuras de poder,
esas leyes farsantes que compran libertad
con falsas promesas y contratos de silencio.
Nosotros, empáticos hijos de la rebeldía,
desafiamos el capitalismo con un arte
que es tanto furia como ternura.
Somos el torrente que no se detiene,
el río caudaloso de la libertad compartida;
sin el eco del otro, nuestro grito es solo un susurro,
pero unido, retumba en cada rincón del mundo.
¡Libera, y deja que te liberen!
En cada mano extendida, en cada palabra firme
se escribe la nueva historia:
una de solidaridad sin fronteras,
donde la reciprocidad y el apoyo son ley,
y la verdadera libertad florece
en el abrazo colectivo que transforma el destino.
¡Actúa ya! No esperes la utopía,
construyamos hoy las bases de un mañana
donde cada acto honesto derribe las murallas
y en la coherencia del amor mutuo,
nuestra libertad sea la joya que nos haga invencibles.
(SAMU 21 de junio de 2025)
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