Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 4 de junio de 2025

ASAMBLEA AGRARIOSINDICAL


Desperté abruptamente con un fuerte golpe en la puerta de mi dormitorio. Acompañaba aquel golpe, un tono de voz al principio ininteligible. Se trataba de esas frases infinitas que nunca logro definir dónde empiezan y dónde acaban, porque la emisora acostumbra a pensar en voz alta y a hablar a la gente presumiendo que se le está prestando atención: atención a lo que dice y atención a lo que piensa, valga aclarar. En fin, esas frases que empiezan sonando a estática hasta que despiertas y buscas la sintonía adecuada. El mensaje, presumo que era una convocatoria a levantarse. Sonaba a mal sueño o abstracción fuera de lugar, pues aún no había clareado el alba. 

Me incorporé para entender qué es lo que estaba sucediendo y procuré seguir esa voz mientras aún intentaba sintonizarla. Así llegué hasta la cocina y la vi a ella, en medio de su monólogo, preparando el desayuno y diciendo que debíamos salir a algún lado por no sé qué motivo. 

Así que asumí la premura, me dirigí al baño, me despabilé lavándome la cara con agua fría y recién sentí que mis neuronas empezaban a asentarse en el cerebro, luego de pasearse toda la noche en otros mundos, en las lejanías de lo onírico. 

Una vez listo, aseado, vestido, bien despertado y con todo el ser en mis cabales, acompañé mi desayuno informándome de mejor manera, así, con un diálogo retórico, logré precisar justo cuando empezaba a clarear, que fuimos convocados a una reunión ordinaria del sindicato campesino, de la zona donde mi padre tiene una cabaña con una pequeña huerta de frutales. 

Luego del desayuno, emprendimos el viaje. El sol cada vez más brillante, el tráfico cada vez más pesado, las calles periurbanas cada vez más agitadas y en cada pueblo se notaba mayor vitalidad en la medida que recorríamos la carretera y el astro viajaba rumbo al cenit. 

Luego de un poco más de una hora de viaje, llegamos a nuestro destino. Era un terraplén, un recoveco entre las faldas escarpadas del cerro y una quebrada, techado con tinglado de calamina, una mesa larga con las cuatro sillas de la directiva, ladrillos de seis agujeros o piedras planas alrededor, dispuestas casi caóticamente, para que cada uno escogiera su aposento en torno a aquella testera apoteósica, con tronos de plástico brasilero, que marca los privilegios de la élite dirigencial. 

En fin, sentada a sus anchas en una de las clásicas sillas playeras, con un sombrero de ala ancha, se encontraba la presidente del sindicato quien, en cuanto nos vio llegar, puso cara de pocos amigos, nos hizo una expresión como si fuéramos extraterrestres intrusos y bajó la cabeza para disimular que redactaba documentos de suma importancia burocrática. Movimientos tan torpes, que se hicieron sumamente evidentes. Lo único que pasaba por esa mente mezquina era acomodar su jeta en el ángulo preciso para que el ala de su sombrero ocultara su rostro y sus expresiones maliciosas. Con esa intención para evitarnos el saludo, evitar contacto con aquellos seres poco bienvenidos por pertenecer a otra cultura, a otra raza y a otras condiciones de vida. Discriminación absoluta hacia lo citadino, el desarrollo intelectual, el extraño descendiente de élites que en el pasado explotaron a su gente. En ese momento me sentí como un patitoo feo, tan diferente al resto, sin embargo, el convertirme en cisne no sería un halago a la elegancia, sino otro motivo más para quedar segregado. 

Entretanto, nosotros procuramos integrarnos de la manera más natural posible. Saludamos a la gente que ya estaba sentada en sus respectivas piedras planas o ladrillos de seis agujeros, según cada preferencia. 

Al describir el terraplén y el tinglado, omití mencionar que, estacionado como dueño de casa, se encontraba un tractocamión de 80 mil dólares, refugiado bajo las calaminas azules (tono favorito e identitario del partido de gobierno), ocupando al menos el 30 por ciento de aquel improvisado auditorio (mal llamado sede sindical) y probablemente pagando un arriendo de estacionamiento que nadie más que la detentadora vería. 

En fin, saludamos a la gente y buscamos cómo acomodarnos, lo más integrados posible, a sabiendas de que éramos frijoles de otro costal. Poco a poco el lugar se fue llenando. Ya eran más de 30 minutos pasada la hora de convocatoria y aún se podían contar los presentes a simple paneo, sin embargo, con absoluta solemnidad, la secretaria de actas inició el control de asistencia respetando las formas más protocolarias heredadas de la colonia que, a su vez, heredaron del imperio romano y quizás de las polis griegas. 

Obviamente muy pocos respondían al llamado de lista, porque era mínima la presencia aún. Sin embargo, la secretaria de actas se seguía desgañitando, solfeando con voz en cuello como si pretendiera hacerse oír en los pueblos vecinos, coreaba nombres de una lista interminable de gente ausente. A medida que avanzaba, se interrumpía con exponencial frecuencia, porque los rezagados se hacían notar presentes y ella los buscaba y tiqueaba el recuadro respectivo si ya hubo mencionado aquel nombre en particular. Vago precisar cuánto tiempo insulso demoró esa ineficiente diana.

Luego de insulsa pérdida de tiempo y sentido, por fin se dio inicio a la reunión. Los gestos hablaban más que las palabras. El quechua, un idioma ajeno para algunos, se deslizaba por los labios de los líderes mientras el lenguaje corporal sellaba el mensaje no dicho: “nosotros”, los “otros”.

La secretaria dio lectura al orden del día y en seguida al acta de la reunión pasada. Hoy se resalta como tareas imprescindibles en su estructural formato: punto 1. Control de asistencia; punto 2. Saludos a la concurrencia; punto 3. Lectura del acta de la reunión pasada; punto 4. Informe de la presidenta; punto 5. Temas orgánicos; punto 6. Ejecución del presupuesto operativo anual asignado al municipio; punto 7. Temas políticos; punto 8. Proyecto de "atajado de agua"; punto 9. Palabras del representante de la subcentral: lo orgánico, lo político, lo municipal y los proyectos en curso; punto 10. Cobro de multas y sanciones por inasistencias; punto 11. Cobro de la cuota por presencia en la reunión ordinaria; punto 12. Varios y pendientes.

El saludo fue más breve que el propio orden del día. Básicamente se paró la presidente, hizo reverencia al público asistente, saludó a compañeros y compañeras (así, tal cual, usando, en femenino y en masculino el término casi obligatorio que representa la prueba irrefutable de su pertenencia a los buenos, a quienes forman parte del "proceso de cambio" y lucha contra el imperialismo), dio la bienvenida y se sentó nuevamente para que la secretaria de actas pudiera dar la tarea por cumplida y pasar al siguiente punto. Interesante mencionar cómo el saludo, en lugar de ser un gesto espontáneo, se convirtió en una especie de fórmula protocolaria, más una afirmación de identidad política que un verdadero acto de conexión con los asistentes. La reverencia calculada, el uso meticuloso del lenguaje inclusivo, todo parecía responder más a una necesidad de reafirmación que a un verdadero intercambio.

Para el punto tres, ya las náuseas de un obsesivo compulsivo ante semejante teatro burócrata-improductivo y un sol que subía la calda sobre nuestra presencia cual si fuéramos ollas express se entremezclaban con el fluir de frases sueltas, adheridos a un texto casi sin sentido, como si fueran la enumeración de conclusiones derivadas de otra reunión análoga. Obviamente se leyó el orden del día de aquella pretérita reunión y obviamente ese orden excedía en extensión a las conclusiones enumeradas.

Llegado el informe de la presidenta, quien toda solemne y fingiendo cara de emperatriz, se levantó al ritmo que levantaba la voz y las ideas empezaron a mezclarse. Un complicado discurso aparentemente redactado por Mario Moreno Cantinflas y los guionistas de Chespirito, juntó en una sola bolsa todos los temas venideros del orden del día. De pronto, tras una mirada de rayo caído del olimpo que escaneó la presencia de aquellos dos guijarros desentonados (nosotros, los urbanos), pasó casi automáticamente a otro idioma: el quechua, como recordándonos que no éramos ni bienvenidos ni merecedores de tan magna información. Entre su quechua contaminado con algunas palabras en castellano, logré deducir que tanto lo político, lo orgánico, lo ejecutivo, el atajado de agua y la pantomima de reunión eran una sola cosa. Realmente el informe de la presidenta se transformó en un espectáculo surrealista donde el contenido se diluía en la teatralidad. La combinación de solemnidad imperial y discurso desordenado hizo que el mensaje se vuelva un laberinto donde todo parece decirse sin realmente decir nada.

Así, resulta que el "atajado de agua" qué figuraba en el punto 8 del orden del día, era justamente el POA asignado por el municipio (punto 6) y que se estaban haciendo las gestiones orgánicas (punto 5) para que los funcionarios sientan la presión política (punto 7); pero que no se tienen resultados, porque los del municipio pertenecen al ala del partido que está en el gobierno y la presidenta del sindicato pertenece al ala disruptiva del mismo partido político. De tal manera que, todo lo "orgánico" terminó diluido en quien es quien y cuanta influencia individual tiene, dentro de una página de poder en un partido fragmentado (como si su mundo sólo fuera eso y no existieras alternativas posibles además de su sigla política).

Toda aquella explicación le dio pie a la presidenta para incluir en su informe que, ante la profunda crisis que atraviesa el país, se debe participar (en calidad de autoconvocados espontáneos) de unas marchas con bloqueos de carreteras y cercos a ciudades, con carácter indefinido, hasta que renuncie en presidente (miembro de su propio partido político, pero en el ala opuesta), para así emplazar a elecciones y que venga alguien a salvarnos de la hecatombe. Realmente yo "no contaba con su astucia" como diría el Chapulín Colorado. Estamos en medio proceso electoral, las elecciones generales ya están en curso para llevarse a cabo en menos de tres meses, pero esta gente quiere imponer "orgánicamente" la decisión de generar convulsión para que renuncien las autoridades y se llame a elecciones. Para colmo, su imperativo mandato aclaraba que deberíamos formar parte de las protestas como autoconvocados, es decir a iniciativa propia, caso contrario seríamos posibles a multas y sanciones.

A esa altura, el sol no era más que un arcano mayor apuñalándonos desde el cenit con sus filosas lanzas o espadas, hirviendo nuestra sangre sin piedad alguna y prestando mayor atención a la reunión que los asistentes mismos. Hasta que por fin pasamos al noveno punto del orden del día: como salido de debajo de las piedras, aparece un elegante galán que guiñaba el ojo a cada cholita que había en su camino. Luciendo una brillante chamarra de cuero (más me inclino a creer que era cuerina sintética), sudando su atavío a 28° de temperatura, se ubicó al centro de la testera y con voz en cuello, dio las palabras de rigor con toda la solemnidad imperante, hizo una venia y prosiguiendo con su ínclito discurso repitió exactamente lo mismo que, segundos antes, dijo la presidenta. ¡El cherry decorando la torta de aquella parafernalia! simplemente para mostrar su presencia como autoridad jerárquica superior y refuerzo a su leal esbirra.

Ya en los confines de semejante suplicio, como confirmando que la tortura que padecimos era para reducir nuestra voluntad a su mínima expresión, pasamos al décimo punto: cobro de multas y sanciones. Curiosamente un tercio de toda aquella recaudación fue lo pagado por los dos forasteros, sin chance a rendición de cuentas y menos a explicación.  Y ante el menor indicio de reclamo tronó el abucheo de todos los presentes y se oyeron aisladas algunas arengas en quechua qué cubrían parcialmente a otras en español: básicamente acallaban la queja, insultaban, manifestaban su victimización ante siglos de tortura perpetrados por gente que no conocemos en contra de gente que ya no existe.

Finalmente concluye la reunión, se acerca una camioneta de la cual descargan unos sacos pesadísimos y nos distribuyen a todos por igual unas raciones de perdigones marrones. Se trata de una dotación periódica que se reparte a los sindicatos agrarios con recursos del "fondo indígena". Prebenda descarada que asegura la lealtad hacia un sistema de gobierno perpetuado desde hace 20 años, con el argumento de descolonizarnos y librar a nuestro país del imperialismo yanqui. Irónicamente, lo que nos repartieron era abono importado de una empresa petroquímica estadounidense.

 


(SAMU 31 de mayo de 2025)

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