Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

viernes, 6 de junio de 2025

DESORDEN HEGEMÓNICO MUNDIAL


Propugnemos una convivencia sinérgica, compartiendo nuestras riquezas, no la codicia. Es mejor que cada animal permanezca en el sagrado rincón de su esencia, respetando los límites de su naturaleza y compartiendo sus virtudes, en lugar de forzar líneas expansivas teñidas de imperialismo, que desgarren la tela viva del mundo y, en su violento juego, nos condenen a todos.

Oh, extenso bosque sin final, donde la tierra es cuna de lo eterno, allí moran criaturas de estirpe única, herederas de rincones sagrados (cada una portadora de virtud y ambición) tejiendo silenciosas melodías de existencia.

El oso polar, soberano de hielos y auroras, extiende su dominio hasta donde le alcanza la memoria, pronto marchará hacia las tierras del fiero dragón, creyendo que su fuerza bastaría para domar el incendio que le es ajeno. Mas el dragón, con su fuego ancestral, se precipitará entre montañas y engullirá islas bajo la vigilancia aguda del águila, quien, con alas de orgullo y guerra, trazará nuevamente sobre los cielos su ley impuesta.

En esa danza de desmedida osadía la manada de lobos, símbolo de unión ancestral, vibrará en la penumbra y en el clamor de una unión que otrora ha sabido ser fidedigna; mientras el audaz zorro, astuto y doble, se deslizará entre sombras y hierbas, fingiendo la calma del dócil compañero para herir con la fiereza del depredador. Extraña amistad esta del zorro que, luego de perpetrar averías impronunciables, se refugiará bajo las alas del águila arpía, quien con complacencia lo empollará y acogerá en su nido.

¡Oh, lamento de intrusos en dominios prestados! Cada embestida, cada zarpazo y llamarada dejará cicatrices imborrables en la tierra, alterando el pulso sagrado del bosque que por siglos albergó la vida en armonía. La nieve se fundirá en brasas lejanas, las montañas llorarán aullidos desolados, y las praderas se teñirán del rojo de la sangre derramada en vano.

En la ruina, entre las sombras de la destrucción, los protectores y conquistadores descubrirán (demasiado tarde) que la ambición de sobrepasar barreras y someter lo ajeno es sentencia fatal. Si el destino universal se marchita y muere, o si un solo depredador asume el control sobre un ambiente desolado, las víctimas serán aquellas almas que, desde la lejana butaca de la indiferencia, permitan el espectáculo de la desdicha, mientras un ojo eléctrico, impasible guardián, selle un silencio de libertades marchitas y obedientes dedos sigan pasando página con la conciencia dopada.

¡Oh, bosque sagrado, eco de lo eterno! Que esta oda cante la verdad inmutable: es mejor que cada animal permanezca en el medio que le vio nacer, respetando la cuna, la esencia, que forzar incursiones que a la larga destruirán todo, dejando tras de sí un planeta moribundo y un silencio absoluto. ¡Que viva la armonía del orden natural, donde cada ser fluya en su ritmo propio, y las fronteras invisibles sean el canto de una existencia en equilibrio, redimiendo al mundo de la sed insaciable de dominar lo ajeno y, en vano, destruir!

 


(SAMU 06 de junio de 2025)

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