Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

sábado, 10 de agosto de 2013

ROCÍO EN CEBOLLULLO II

Al son de mando, cual perfoliada caravana, jinetes y caballos toman las vías en columnas de a dos, haciendo crujir la calzada cual tormenta invernal. Fuertes truenos de herraduras retumban en la angosta callejuela, mientras orgullosamente erecta ondea la bandera que los identifica, marcando así la falange cuya retaguardia es custodiada por una carreta con provisiones y herramientas de hipología.

En medio del tumulto, titilando estribos con la cabalgadura vecina, baila alegremente el árabe, transmitiendo toda su adrenalina, cual sismo permanente en las apretadas piernas de su amo, el cual sujeta firmemente las bridas para evadir la desbocadura, mas acompañando la travesura con alguna coreografía de costado, se lo ve gozar la coyuntura cada vez que ve oportunidad en los ensanches de berma.

Transcurridas un par de horas arriban a los aires de río, dando inmediatamente mayor soltura al tropel que se dispersa por todo el playón. Los de mayor ánimo largan la carrera a rienda suelta, para que al cabo de un rato, sudorosos y exiliando espuma, los corceles luzcan el brote de sus venas, tanto en el pecho como en el cuello, demostrando no sólo su carisma y brío, sino la pureza de su raza, exhibida lujosamente bajo el ardiente sol meridiano.

Relinchos y bramidos empiezan a repiquetear, como síntoma inteligible de que la merienda está pronta, por tanto, si mayor búsqueda, encuentran el vergel adecuado, pues en un abrir y cerrar de ojos, arriban a verdes pastizales rodeados con aromáticos Eucaliptos. Apean sin rezago y cada cual busca algún tronco donde atar el jaquimón, para luego sacar de las alforjas alguna jugosa fruta y un suculento emparedado, a la vez que convidan a sus animales jugosas zanahorias en muestra agradecida de meritoria faena.

El dulce olor a hierba fresca, entremezclado con las aromáticas sales amalgamadas en las monturas y el crujir de los pastos arrancados por mandíbulas de elegantes cuadrúpedos, invitan a la siesta que reconfortará las energías desplegadas durante la primera mitad de la jornada, descuidando inconscientemente la acumulación de ácido láctico que entumecerá a la postre a los fatigados músculos.

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