Perversa criatura, gendarme de aquellas empinadas callejuelas, aquellos pasillos angostos decorados aún por infinitas gradas de torreón palaciego, cuyo suelo empedrado consuena perfectamente con la acequia de mampostería, rústico drenaje de las torrenteras pluviales, que se deslizan desde alguna cresta o calvario encajonados misteriosamente tras el laberinto de pesares, ofrendándote altares penitentes.
Hambrienta fiera carroñera, deambulas acechando como presas a quienes viertan un paso en falso o tropiecen con las imperfecciones del terreno. Fiel cómplice instigadora de tiranos, cobras de cuando en cuando tu alícuota parte de genocidios y masacres urbanas, mas en tiempos de paz te satisface hartarte de la miseria en cruel festín inhumano. Amiga de los desamparados, único remedio a la vida, descortés e impuntual visitante que no mella en dejar varado a quien desee adelantar tus designios, a la par que te presentas de sorpresa para seducir prematuramente al distraído. Así eres de misteriosa, así de imprevista. Nadie te quiere realmente, sin embargo todos te esperan inconscientemente, sabiendo de sobra que no habrá tregua que valga y mucho menos revancha.
Oscura y tétrica, enteramente cubierta por caperuza lóbrega que no deja ni percibir silueta, embestida por tu guadaña y cargada de malas intenciones, aguardas siempre ligeramente apoyada en el muro de adobe, de alguna casa que surge en la esquina de aquellas callejuelas angostas, siendo pocos los que aún pueden percibir tu presencia constante que recurre al caer el crepúsculo.
Tú, tenebroso camino sin retorno, destino paulatino, agonía a capricho, por piedad debieras empeñar diligencias para ahorrar tedio a quienes tienen ya apagado el fuego vital. Sácate el manto cruel que enceguece tu ira y dales paz a los que así lo requieren, sin que tu ironía medie castigos para quienes quedan en pie.
22/8/2013
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