Salada
como la marea renovadora,
suave
como la dulzura que la contiene,
tibia,
mas no exenta de pasión
lenta,
pausada, meditabunda;
húmeda,
lubricante de angustias,
cargada
del oscuro dolor contenido,
ligera
a pesar del peso que lleva encima;
tan
transparente como evidente;
franca
e inconsciente,
delatora
y apaciguadora;
brota
una vez más por mi tez
rebelde
y tan voluntariosa,
lágrima,
hija del tiempo.
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