Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 29 de mayo de 2025

STAND UP DEL MIEDO


Buenas noches, amigos. Hoy quiero hablarles de mi compañero inseparable: el miedo.

¿Se han dado cuenta de cómo intentamos esconder el temor? Yo lo meto bajo la alfombra, justo donde se esconden esos calcetines que se pierden en la lavadora de la vida. Pero, claro, ese miedo no es tímido: se pasea con aire de grandeza, como si fuera el único que sabe qué tanto protagonismo merece.

Y hablando de protagonistas, ¿han visto esas telarañas que se enroscan en los aparadores? Esas hebras chismosas se dedican a comentar cada uno de tus pasos, como si de inquilinas entrometidas se tratara. Imagínense: “¡Miren, ahí va don Valiente, sin pretensiones de ocultar nada!” Parece que hasta el miedo se pone a cotillear de uno cuando piensa que nadie lo ve.

Luego tenemos el caso de la intimidad puesta en escena. Es como si la ropa interior se animara a salir al ruedo y se colgara de un tendal, cual portavoz atrevida, haciendo un desfile que ni el más osado se atrevió a imaginar: “¡Aquí estoy, sin complejos, listo para contar mis secretos!”. No hay duda de que hasta la ropa tiene su hora estelar en esta tragicomedia.

Y qué decir de esos miedos olvidados, relegados al estante como libros empolvados. Esos temores vienen en tomos gruesos y pesados, escritos por un guionista con un sentido del humor retorcido. Se han quedado ahí, acumulando polvo, esperando ser redescubiertos en una tarde de tormenta emocional. Imagínate abrir uno de esos manuales de “Cómo temer sin sufrir” y descubrir que en realidad es una colección de anécdotas ridículas para reírse de uno mismo.

Cada pensamiento, cada pequeño momento, viene acompañado de su diminuta bolsita de temor, como si llevara en el bolsillo una moneda de susto con precio de entrada al circo. Esos temores se convierten en la tarifa que pagamos para entrar al gran espectáculo de la vida: “¡Hoy, miedo clásico con extra de ironía, sin devolución!”. Y a veces, cuando el show se pone difícil, uno aprende que hasta el susto tiene su encanto, si sabes darle el giro adecuado.

En fin, amigos, el miedo es el verdadero protagonista de esta función diaria. No se trata de huir de él, sino de aprender a reírse de sus absurdos guiños. Que cada escalofrío se transforme en el motor que te empuje a seguir, y que cada temor, por ridículo que parezca, se convierta en una anécdota para contar en las pausas de la vida. Porque, al fin y al cabo, si no te ríes de tus miedos, ellos se ríen de ti.

(SAMU 28 de mayo de 2025)

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