Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 14 de mayo de 2025

CONFESIONES DE DOMINGO

Nuestro mundo sensorial nos colma de momentos que logran erizar la piel, desde colores, sabores, composiciones, experiencias, hasta días. Muchas veces esas sensaciones se replican casi como si tuvieran un guion estricto. Es el caso del último día de la semana.

El domingo es una confesión de invierno, esa ola que se levanta en silencio para trasladar un secreto a la ciudad. Al alba, cuando aún todo duerme, las calles desiertas guardan en el aire el persistente aroma a resaca, vestigio de noches que se desvanecen entre sombras. Es el instante en el que la culpa aún es un susurro y la melancolía se mezcla con la quietud, anunciando la llegada de un día que se pinta de revelación.

Cuando el mediodía irrumpe, el éxtasis se hace febril, incluso sofocante. La ciudad despierta en una explosión de vida: rostros emergen y pasos se entrelazan en un frenesí casi sagrado, como la cresta violenta de una ola que brilla intensamente y se eleva sobre la cotidianidad. Es en ese torrente efímero donde se siente la comunión tácita, sin palabras, en el bullicio y el calor de los encuentros, una efímera tregua a la calma invernal que se dejó atrás.

Sin embargo, como toda ola, la exaltación debe ceder ante la ineludible marea del tiempo. Con la tarde, la intensidad se disipa y se asienta la pesadez del ocaso. La noche irrumpe con su modorra, su hastío y una melancolía que arrastra la culpa de las responsabilidades postergadas. Así, el domingo se despide en un arrullo de renuencia, mientras la espuma de esa ola de confesiones lentamente se desvanece, dejando tras de sí el eco de una jornada cargada de sentimientos encontrados e insolación.

(SAMU 11/5/2025)


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