Hoy decidí salir a caminar. No se trata de estirar las patas como jumento sacado del establo, sino de andar sintiendo el esplendor del cosmos, de aquella belleza que nos rodea y enriquece nuestro entorno.
Hoy decidí pasear por las calles vacías, amando su silencio y sintiendo cada grieta del adoquín en mis palmas. Cada piedra, cada fisura, cada grano de polvo aferrándose a mi andadura.
Hoy decidí explorar los parques y permitir que los espinos y semillas se prendan a mi ropa. Meterme entre las plantas, sintiendo la caricia de los pétalos floridos y fraganciosos.
Hoy decidí buscar polinizadores entre los bulbos florales, raptores entre las champas y pastizales, alimañas debajo de cada roca o en el tejido de sus brillantes telas.
Hoy decidí respirar el aire húmedo bajo la copa de cada árbol y buscar, de cuando en cuando, el abrigo punzante de los rayos de sol.
Hoy decidí oír el canto de los pájaros mientras preparo la cámara para capturarlos en una toma única, circunstancial, vívida y plena de armonía cromática.
Hoy decidí cargar la batería, limpiar los
lentes, revisar el espacio de la tarjeta de memoria y atarme los zapatos más
cómodos del armario.
Hoy decidí levantar cada piedra, remover cada pastizal y reposar por horas, aquietado, meditabundo, a la espera de seres mágicos dispuestos a posar para mi teleobjetivo de 105mm.
Hoy decidí buscar cada brillo, cada reflejo, cada sombra que contraste redondeados objetos ante un fondo, paulatinamente difuminado, que se pierde ante la profundidad de campo.
Hoy decidí abstraerme completamente de la sociedad y percibir el esplendor de la naturaleza con mis cinco sentidos.
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