Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

lunes, 20 de mayo de 2013

LAGUA DE LETRAS

Hace un par de días, sin previo aviso, sentí un profundo mareo que me retocaba desde las entrañas hasta el equilibrio, a lo que un amigo presuntuoso de conocer sobre medicina, sugirió una probable laceración en mi Alma Mater, causada por algo así como un traumatismo en-ce-fa-lo-craneal. Pero definitivamente, por más que me lo recalque mi Mater, estoy seguro que no tengo ese tipo de Alma y ese-falo-craneal sólo lo puede concebir Freud.

Lo que pasó, para ser claros, es que la abuela de nuestros deberes literarios, una inglesa llamada Grand Matica, se encuentra absolutamente ausente en los abrumadores textos de verborrea que leo obligadamente a diario. Memoriales tan escasos de estructura, que hasta el gastroenterólogo me dijo: “el stress que le provocan puede irritarle el…” el… bueno, el prefijo de ortografía.

Quiero que se entienda claramente que esta no es una queja, pues incluso siento cierta empatía por quienes, adrede o accidentalmente, violan las reglas de escritura, es más, a todos se nos escapa alguna vez el sacrilegio. A mí en lo personal se me escapaba muy frecuentemente en los tiempos de bachillerato y alguna enfangada universitaria. Pero al final de cuentas, los límites se hacen para superarlos. Sino pregúntese a los del Apolo. O más fácil aún, a los legisladores que saben perfectamente hasta donde deben ultrajar sus leyes para salvar papelones de los órganos-ejecutivos (y no hablo de Freud).

En fin, no todo es rebeldía infundada: hay leyes que se deben cumplir, no sólo las de la física, sino algunas de tracto social evidentes, como el uso de los pasos peatonales o el respeto a los Derechos consagrados; o la trillada ley ortográfica de ponerle “j” a la caja de la cómoda. Pero hay otras, que suman gran mayoría, que por su absoluta ridiculez deben ser francamente violadas.

No vayan a inculparme de sedicioso, al menos no en éste caso, cuyo máximo delito es justificar el desacato a algunas normas ortográficas insustanciales. Por ejemplo, si la hache es muda, ¿en qué afecta que nos acompañe durante las frías jornadas de “h”invierno? Más aún, ¿importa que la tengamos tan presente “h”ayer como la tenemos presente hoy? Lo mismo sucede con nuestra heredada xenofobia latina en contra de la i-griega. Bien lo escribió Anna Mahe: “Desbaratemos la pedagojía oficial echa para fabricar esclabos. Construyamos una pedagojía que conbenga a los serebros de los ombres.”

Evidentemente se respetan aquellas palabras homónimas, que escapan de los caprichos del homo sapiens para justificarse en su necesidad de diversidad (ay, ahí, hay, etc). Entre esas mismas palabras que se escriben distinto para sonar parecido, están concejo con “c” y consejo con “S” (o sea sin-cejo): con “s” es la que trae la recomendación de ese mismo, o de aquel otro; con “c” es la que lleva la recomendación del legislativo al ejecutivo municipal. Habrá de saberse cuál es el mal aconsejado.

Bueno, volviendo a lo del mareo, es natural que como animal de costumbres que somos, perdamos babor y estribor cuando quieran romper nuestra rutina, así como es natural que nuestra vista se agote de tanto intentar descifrar la voluntad del emisor enredado. Más aún, si se pretende definir cuáles de sus intenciones son esdrújulas y cuales superesdrújulas, pierde la brújula hasta la mente más aguda. Pero estoy más que seguro que ni por ello, ni por mi sacrílega “h”ortografía, irá a arder en el infierno mi Alma Mater.

18/05/2013

1 comentario:

  1. JJA-JA-JA . Eres un genio, cuida mucho esa testa, que no se vaya a gastar. Que siga fluyendo como un caudal de rio, que nunca termina de correr, asi seguire gozando
    Tu admiradora Amalia

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