Empieza con sombrío tono,
acelerando el ritmo paulatinamente,
hasta llegar al desenfreno incondicional.
Abruptamente se rodea de silencio,
como preludio ineludible del nuevo retumbar
de los profundos ecos de la catarsis.
Finalmente, cuando todos quedan despeinados,
extasiados y con cuellos descoyunturados,
se afirma con absoluta certeza
que mereció el exuberante “pogo”.
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