Se me ocurre hoy escribir algo en homenaje en vida,
toda vez que no tiene sentido un homenaje póstumo
a quien lo ignoraría eternamente y adolecería su gozo.
Homenaje a quien debe considerarse admirablemente polifacético,
pues goza de una gran gama de virtudes renacentistas:
perenne gustoso de la arquitectura, música y demás artes,
supo enseñar el amor a la dulce vida,
adiestrando técnicas medievales
como la esgrima, lancería y fundamentalmente la caballería,
impulsando épicas aventuras hípicas
y avivando gloriosos sueños de exploración
cual viajes al lejano oriente.
Guerrero de los aires, se materializa con su arte,
siendo aquel clamor creativo fuente infinita de praxis,
que él como lúdico autodidacta
complementa con sus ciencias formales.
Soñó de chico con fortalezas,
castillos y guerreros buques,
ora en la madurez hubo construido,
ladrillo a ladrillo, argamasa entre medio,
aquellas idílicas remembranzas de imberbe,
transmitiendo ese amor a sus descendientes.
Haciendo tangible su herencia, supo cobijarlos
bien en palacio, bien en fortaleza,
ya sea quinta o imponente castillo:
obviamente construido con inspiración medieval,
con las cuatro torretas de vigilancia (solarios)
y el techo culminado en parapetos
para resguardo de la escolta (o en su caso drenaje pluvial).
De la misma manera que conmemoró a los antepasados,
en otras tierras no tan distantes,
estampando en fachada las tres carabelas de conquista.
Guarnecido en puertas de la ancianidad,
su mente activa aún mantiene,
explorando nuevas vocaciones,
así como antaño exploró con recua inhóspitas tierras.
Hoy palpamos cómo durante el alba
nos agasajó con su magnificente obra,
tal como enriqueciendo con literatura y prosa
recibe al inevitable poniente,
describiendo a su vez con colorida pintura
a ambos escenarios vitalicios,
que unen tiempo y espacio
para así conformar el infinito cosmos.
Vaya inspiración!
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