Musa de la
poesía más sincera,
tu cuerpo
empieza a celebrar rituales propios
como templo
que susurra lenguajes nuevos,
o un jardín
brindado al sol por vez primera.
Ese latido
no es prisa,
es repiques
de campanas anunciando
el llamado
de la vida
que te
invita a explorar su música.
Es un instante sagrado
donde el cuerpo y el alma se reconocen.
Cuando el
río del deseo te acaricie los pasos,
no temas su
corriente,
pues no has
nacido para reprimir el cauce
ni para
dejar que te arrastre sin rumbo.
Es el fuego que danza en la tierra fértil,
el agua que busca cauce
y el aire que quiere volar.
Has nacido
para remar en tu propia barca,
con las
manos firmes y el horizonte elegido.
Cuando llegues al encuentro con otro corazón,
recuerda que ambos ritmos pueden ser distintos.
Él puede llegar como chispa que brinca,
ímpetu mental, instinto que avanza.
Y tú, como agua, tienes el don de la pausa,
la brújula de la ternura, la melodía de la calma.
Pero no te quedes solo en tu elemento.
Aprende a leer su pulso:
cuando su corazón se acelere,
acompáñalo con tu agua,
no lo detengas en seco ni apagues su fuego,
déjalo danzar en tu corriente sin consumo.
Quien se
acerque a ti,
que lo haga
como quien lee una novela sagrada:
explorando
cada página,
sin saltar
capítulos,
escuchando
el silencio entre las frases.
Que sus
manos sean pluma y no peso,
que su
mirada sea faro y no tiniebla.
Leyéndote como poesía:
con amor, interpretación y reverencia.
Recuerda
que el fuego puede calentar o quemar,
y que tu
agua puede fluir o contener.
Baila el
encuentro como arte,
no como
impulso:
elije,
siente, invita,
y nunca
cedas aquello
que tu
corazón no celebra.
Si alguna
grieta aparece en el viaje,
no la
ocultes.
Rellénala
con oro de palabras,
con la
paciencia de quien sabe
que la
belleza verdadera
nace
también de lo reparado.
Y si en
medio de la danza
necesitas
pausa, refugio o silencio,
ven a mí,
que mi corazón está abierto.
No como
guardián que vigila,
sino como
abrazo que sostiene,
como orilla
donde reposar
antes de
volver al mar.
El diálogo es refugio, no vigilancia.
Cada pregunta merece ser escuchada,
cada emoción nombrada.
Cada duda será un verso,
y cada respuesta, un faro,
para que el pulso de tu anhelo
nunca tiemble en la penumbra.
Este
despertar es tuyo,
pero mi
amor y mi confianza
caminarán
siempre cerca,
para que
cada paso tuyo
sea
placentero, seguro
y lleno de
la luz que mereces.
Que tu fuego no se apague,
que tu agua no se estanque,
que tu aire no se pierda,
y que tu tierra te sostenga.
Y si alguna vez dudas,
recuerda que el amor verdadero
no exige, no apura, no invade.
Solo acompaña, como lo haré yo,
desde la orilla, celebrando cada ola
que tú decidas
navegar.
(SAMU 19 de agosto de 2025)
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