Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

lunes, 25 de agosto de 2025

JUEGO CON VIENTO

 

Ella era viento.

No aquel viento que apenas susurra

entre las cortinas de una sala,

sino el que rasga el silencio

con su hipnótico filo de palabras.

Expansivo como los cielos sin fronteras, concentrado en el corazón palpitante de Hermes y sus sendas invisibles, espejo de los suspiros y de la voz que vincula lo humano con lo etéreo. Hada de los gemelos celestes, puente mágico que Mercurio entreteje entre la mente y el alma, el viento goza del don de lo intangible. Presente en las plumas más lúcidas: brisa, corriente, remolino, susurro, ráfaga, respiro; movimiento, palabra, idea, aliento y reflexión. Transformación hecha mensaje, materia convertida en sentido y símbolo. Fenómeno invisible que inspira hasta las mentes más sofocadas: eco, vibración, palabra danzante, fricción sutil, aroma errante, aire que acaricia y torbellino que arrasa. Es energía vital, pulso de garganta; energía creativa, curiosa, movediza; energía en tránsito, aire que escapa y que retorna; energía ritual, soplo intencionado, voz con perfume de incienso; energía emocional, brisa conectora. No se mide en horas, sino en pensamientos compartidos y en palabras que marcan destinos.

Traía dentro ráfagas antiguas,

un linaje de suspiros migrantes

que nunca aprendieron a callarse

y cruzaron cielos sin tregua.

Elemento leve y a su vez profundo. Ciclo que comunica y disuelve con cada vínculo: de la charla impulsiva al silencio revelador, de la risa efímera al gesto que permanece esculpido. Frente al viento descubres que no hay límites entre tu voz y su eco: humo de ideas sembradas, calidez que no quema, vínculo que roza sin romper. Verbo clarificador que revela sin invadir, palabra dual que cuestiona o reconforta, pensamiento que construye o brisa que limpia con sabiduría. Catarsis súbita, inspiración, torbellino, descarga y consuelo. Incluso espejo que recorre historias, memorias, amores, intuiciones, meditación.

A veces soplaba como promesa,

a veces como amenaza.

A veces se desvanecía

cuando más la necesitaba.

En cada conversación, en cada símbolo, en cada ritual, ella vuelve a volar. Se manifiesta como pregunta, contradicción, expansión, impulso verbal, metamorfosis, permanencia volátil. El aire puede ser encuentro, refugio; pero también distancia medida, palabra que infla el ego hasta dejarlo a la deriva. Es emocional, filosófico, ético, estético, arquetípico y enigmático. Transforma, nombra, revela, borra, abre rutas y horada barreras. El viento infunde curiosidad, respeto, confusión y contemplación.

Y era entonces, en la ruptura del silencio,

cuando su regreso susurraba

más que la ausencia misma.

Definitivamente sus virtudes honran aquel privilegio de manifestar lo invisible. Queda así planteada la invitación a la gruta: permanece allí, deja que su danza moldee tus pensamientos con plumas de sombra, respira su vibración, silva su mensaje y deja despeinarte, que te transforme sin dispersarte. Allí mismo, en la frontera entre tú y el viento, encuentra tu aire más auténtico, aquel que cuestiona tu ego, aquel que sopla para borrar y sanar, para crear, para crecer y para amar.

Yo fui tierra, quise atrapar el viento.

Fui montaña, quise escucharlo.

Fui barro, quise grabarlo.

Ahora soy esencia.

La corriente que se aproxima

deberá aprender a conversar con el eco.


(SAMU 25 de agosto de 2025)

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