Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

lunes, 16 de septiembre de 2013

ROCÍO EN CEBOLLULLO IV

Floreada y aromática meseta repentinamente invadida por arduos afanes de acantonamiento transitorio, cuyas carpas ya erectas colorean entre los esporádicos rayos de luz artificial que violan la oscuridad de la noche. Poco a poco la fogata creciente del centro de la albergada empieza a despedir la estimulante fragancia de alimentos en proceso de cocción: paellas serranas, tortillas españolas y artificiales sopas contenidas por envases de polietileno, serán deglutidas enseguida cual gran manjar cortesano.

Ración cocida y engullida, firmamento ahumado y elíxires dispuestos para darle un último toque de sazón a la noche, que gracias a la seducción de bella luna llena, empieza a aclarar luciendo todas sus lentejuelas en la banda de vía láctea. La embriaguez de una jornada colmada de experiencias se suma al rendir del cuerpo, dando fácil cabida al efecto del alcohol que alegra los rostros de los peregrinos, quienes confraternizan con sus pares lugareños.

Al cabo de unas pocas rondas de baile, los promotores de fe se retiran a descansar sus cuerpos flagelados por la ajetreada jornada ecuestre, mientras los infieles lugareños dan rienda suelta a su lujuria, deglutiendo ingentes cantidades de brebajes espirituosos y holgando los placeres de la carne. Escena muy característica de la profesión evangélica, pues una vez más se ve la recurrencia del brebaje servido en pos de la idiotización, con un simple propósito de basar los efectos de resaca al castigo divino, en cuyo argumento se atenuarán los esfuerzos de concertación religiosa.

Místicas ofrendas de jóvenes vírgenes, sacrificadas en los albores de una fiesta alquilada, ahogan el espíritu trabajador con falsas promesas de prosperidad, mientras las efigies e ídolos de yeso se fuerzan por cubrirse los sentidos ante perversiones profanas. Gritos, alaridos e incluso gemidos de placer hacen eco en la hoyada cercada de cerros y quebradas, despertando frecuentemente a algún viajero de sueño ligero, así como al frustrado y raleado otrora venerado Illimani, quien en su majestuosidad de montaña coronada, sonroja sus nieves y llora sin cesar, rebalsando las acequias con el brote de su amargura.

Al cabo de algunas horas de incesantes orgias, el alcohol vence las fuerzas de cada uno de los campesinos, dejándolos caer como quintales sin alma, pues su pureza queda ya marcada por el dulce halo putrefacto de su perdición. Es así como la noche recupera paulatinamente el dominio del campo, serenando al mal dormido con los arrulladores cantos de grillos y ranas que croan maternales melodías, al tiempo que convocan al rocío matinal para que flagele a quienes quedaron tumbados en la campiña.

16/09/2013

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