Él es alto y esbelto, de contextura tan delgada que aparenta escuálido, mas la fuerza que carga dentro, lo torna imponente. Cubierto con negra caperuza, su larga y enredada cabellera se extiende hasta los confines de robusta barba.
Cual silueta extraída de los cuadros de El Greco, deambula en el ocaso, rodeado de sacrílegos espectros, los cuales lo circundan sin atreverse a acortar distancias, a la vez que alejan del perímetro otras amenazas cualesquiera.
Sombra entre las sombras, con mayor agilidad que éstas, retumba su paso entre penumbras, mientras el polvo levantado queda como impar constancia de su andar. Su encendida mirada es lo único visible entre la oscura vestimenta que carga encima, cuya ostentación de inframundana procedencia intimida hasta a la misma luna, obligándola a esconderse tras velos de oscuras nubes.
No existe en esta orbe ser vivo que pueda constar su presencia, pues al sólo rumor de su venida, los cautos refugian sus almas y los imprudentes perecen ante el terror, toda vez que el cuerpo bien parido en esta tierra aloja a despreciada ánima caída del cielo, sentenciada a cruzar la órbita lunar y perecer entre los moribundos terrestres.
Con magnanimidad opacada por la Parca, recorre lejanos horizontes en busca de piedad, mas su castigo se amalgama al fantasmal séquito que le amarga compañía, privándole eternamente del real contacto con la calidez humana.
Dícenle hijo de Belcebú, mas Lilith nunca hubiera podido gozar del honor de engendrarlo, puesto que se trata simplemente del pródigo forjado en el vientre de su femenina rival: él es el mártir que morará entre nosotros redimiendo sus culpas, purgando castigo impuesto por pretender librarse del yugo fraternal que le oprimió en la frontera del paraíso, él es nada menos que el rebelde Caín.
19/06/2013
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tus comentarios me retroalimentan