Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

miércoles, 3 de julio de 2013

FUTILIDAD DEL GOBIERNO

Partiendo de la base conceptual que representa el vocablo latino de “acracia”, que sin lugar a dudas significa carencia de gobierno, no podemos menos que afirmar que la existencia de uno debiera traducirse en “desgracia”.

En efecto, la existencia de gobiernos siempre fue e irá aparejada de distinciones odiosas, represiones y servidumbres tanto voluntarias como obligatorias. Es evidente, todos lo sabemos sin querer reconocerlo, que todo gobierno es malo, que la institución gubernamental es nociva a la esencia humana, que no puede existir gobierno que beneficie al conjunto de la sociedad sin generar niveles clasistas y segregacionistas. Sin embargo nos engañamos con la falsa creencia que nos han impuesto durante todos los siglos pasados, presumiendo que se hace imprescindible su existencia y que sin él la sociedad quedaría en absoluta indefensión, expuesta a su extinción y la de la raza humana.

Este oscurantismo plenipotenciario de mendicodependencia gubernamental, nos lleva al consuelo de calificar a cada gobierno en términos de gerencia, confundiendo las capacidades de gestión con beneficios institucionales. Pues es evidente que las gestiones por sí mismas pueden ser eficientes y eficaces en mayor o menor medida, pero esto de ninguna manera justifica la existencia de una institución que pretenda supeditar al individuo, mucho menos si pretende gobernarlo.

Obviamente que la pretensión de abolirlo por completo, implica un largo proceso que no puede resolverse de la noche a la mañana. Sin embargo los deseos libertarios pueden perfectamente encajar en el interín, si bajo su amparo se demuestra consecuencia y absoluta ética en cada una de las acciones cotidianas; o al menos así debiera ser.

Es así como se hace presente en la coyuntura actual, la conformista supervivencia en democracia, como la conocemos hoy: con todos sus defectos contaminados por la lucha de poderes, las pretensiones egoístas de quienes los ostentan, el juego de roles en estancamientos jerarquizados, y las permanentes píldoras que le dan al pueblo para mantenerlo en su conformismo; sin embargo, el pueblo no es tonto: tras cada fracaso gubernamental viene una protesta colectiva, tras cada intento de sedante viene una reivindicación social, tras cada conflicto conseguimos evolucionar los procesos y va progresando positivamente nuestra relación con el poder.

En esta dinámica, dejamos de lado el paradigma de destrucción del gobierno y nos obnubilamos con la necesidad precoz de hacerlo más soportable. Es así que creemos caer en cuenta y socapar conscientemente que, a mayor capacidad de gestión, se genera mayor gobernanza, que en términos sencillos pretendemos traducir en la aptitud que tiene una gerencia para desinstitucionalizarse, abrirse al poder de sus administrados, hacerse participativa.

En fin, actualmente convivimos con la opresión enemiga del pueblo, a través de cesiones de libertad catalogadas en vicios contractuales que hacen a la sociedad supeditarse a una constitución, mas la conciencia de libertad,  intrínseca en todo ser humano, brinda permanentemente la oportunidad de disfrutar de los cortos veranos y entrever una pizca de lo que realmente sacrificamos por aquella pervertida democracia. Estos pequeños atisbos, más allá de traducirse en placebos denominados reivindicaciones sociales, están clarificando poco a poco la meta que persigue la humanidad, la cual se asienta en los tres preceptos fundamentales del republicanismo, principalmente en el de “libertad”.

03/07/2013


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