Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 18 de julio de 2013

RUTINA

Violentamente apeado por el rechinar de un despertador, el humano contemporáneo se ve descolgado de idílicos paradisiacos, mascullando aún lo que pudiera ser una esperanza de vida, tristemente camuflada entre imágenes del hondo inconsciente, para entre sueños y pensamientos aún irracionales reprogramar su sistema existencial. Así pues, cada jornada se da con metódico inicio, cual parto nuevo y obediente a todo su protocolo. En sí, tras el desperezamiento, se ofrece tentadora la ducha, cuyo calor y humedad juegan con el adormecimiento del alba, dando así la acogedora sensación de vientre, para luego salir abruptamente a la agobiadora realidad.

Posiblemente se debe al avasallamiento de la modernidad, o simplemente al grado de cercanía con la capital metropolitana, pero es definitivo el impulso obligatorio que da la vida al quehacer cotidiano, asfixiando la rutina con aquella percepción del tiempo encogido, obligando a estantes y habitantes a menguar el estrés con sinfín de estímulos, ora enchufándose a los auriculares para gozar de la música de más grata preferencia, ora hipnotizándose con los nuevos aparatos tecnológicos de (in)comunicación, los cuales irónicamente se inventaron para incrementar nuestras relaciones sociales y terminaron acarreándonos al cadalso del silencio presencial, para chuparnos la vida en lo cibernético.

De ahí en adelante se forja y supera cada meta trazada en un horizonte de roces y conflictos, donde premian los intereses de cada uno por encima de lo que haya en el entorno: que la cola para esto o aquello, que la pugna por un espacio en el sistema de transporte público, que las rivalidades por el marcado de tarjeta o biométrico, que los tropiezos entre la congestión peatonal de determinada arteria, que los semáforos y bocinas usurpadoras del otrora gallo madrugador, en fin, la nueva pugna entre seres de una violenta jungla recargada de concreto.

Sin dar tregua alguna, ni tiempo suficiente para planificar los actos futuros, van atropellando las nuevas tribulaciones que obligan a rápidas reacciones de supervivencia, dejando muchas veces que se anteponga lo urgente a lo importante, para así acrecentar la bola de nieve de pendientes, que tienden a cambiar de estatus por su insatisfacción.

Al fin y al cabo, cuando uno cree tener superada la jornada, la conciencia retrospectiva resalta lo poco que se ha avanzado realmente, mientras la relatividad del tiempo amarga demostrando que se nos va la vida. Sensaciones de agonía que vislumbran nuestra precoz tendencia a preocuparnos más de lo que nos ocupamos. Ni bien nos tendemos rendidos de agobio, toca apearse de nuevo y gozar de los pocos minutos de vientre que nos ofrece la ducha de la jornada siguiente. Hasta que el cuerpo no de abasto y las preocupaciones pierdan sustancia…

18/07/2013

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