Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

jueves, 11 de julio de 2013

MIEDOCRIDAD

No es mera presunción, pero si fuera el caso, si estuviéramos en este mundo no sólo por azar, sino por el designio de un perverso ente creador que nos haya gestado como avatares a su merced, quisiera creer que en la concepción se nos dio la oportunidad de escoger las alícuotas de distribución de nuestra porción de felicidad en este mundo, lo cual daría lugar a la mayoría de nuestras desventuras, pues en ningún momento se puso en evidencia las consecuencias de dicha elección.

Indudablemente, y a nuestro favor, cada tribulación viene recompensada con una pizca de alegría, pero es más cierto que nuestra previsión y la de la actual normativa que sustenta a éste sistema, tenderían a acumular la mayor cantidad posible de cuotas dopamínicas para la infancia, lo cual lastimosamente acarrearía escases en el transcurso del resto de nuestras vidas.

Bueno sería poder redistribuir dichas cuotas para que aplaquen el sufrimiento de la vejez, ora atenúen las dolorosas enfermedades, ora garanticen nuestro goce de tiempos ociosos para así generar un respiro creativo. Mejor que bueno sería que le perdiéramos el miedo a aquel ente creador que nos mezquinó librealbedrío supeditándonos a caprichos de algún poderoso de turno, sea éste erróneamente electo por nuestros pares o impuesto por el engaño y la demagogia.

En fin, es obvio que nuestro destino no viene previamente marcado por fantasmagóricos designios estructuralistas. Tampoco sucede, a pesar de lo expuesto anteriormente, que el control de nuestras vidas y subsecuente administración de cuotas de felicidad ya nos hayan sido determinados. Pues lo que no cabe a duda alguna, es que existe estrecha alianza entre libertad y felicidad, por tanto y para ambos dones naturales, los seres humanos tenemos plena capacidad para su ejercicio, sobrepasando el margen de los derechos, para concretarse como reales imperativos categóricos en cada uno.

La antepuesta dialéctica expresada entre el idílico del automatismo y la verídica causa moral que sustenta a los principios libertarios, acarrea la conclusión de que la raíz de todos nuestros pesares no radica necesariamente en el abuso del poder, lo cual es absolutamente inmoral, sino en todo caso brota del miedo que a todos nos acecha. Éste mismo, además de representar una simple secreción de vasopresina en la amígdala temporal del cerebro, aparte de ser una afección al sistema límbico, resulta ser el concatenador de los medios, dando así a entender que la distorsión en nuestra evolución social queda lejos de achacarse a la mediocridad, sino a la prominencia y administración de los miedos (lo que me conduce a inventar el término usado en éste título).

El miedo engendra Estado, el cual a su vez, genera costumbre perpetuada por la represión del Gobierno, sustentado en la demagogia y prebendal engaño, socapando así mismo la diferencia de clases que crece cual hongo alimentado por la burocracia, privándonos de libertades por la vía del terror. De ésta manera el ciclo reinicia y se perpetúa, cambiando los rostros del poder, mas no sus estratagemas para monopolizar su abuso.

A efecto de verificar que la tesis no se aleja de la realidad, basta analizar, a vuelo de pájaro y muy sucintamente, algunos antecedentes históricos que homologarán la ratificatoria:

a) En un inicio el hombre vio la necesidad de agruparse en clanes, luego en tribus y finalmente en sociedades complejas. Todo ello, a razón del miedo que se le tenía a los peligros innatos de la naturaleza. En efecto, lo que nos lleva a agruparnos es el instinto de supervivencia, rector ineludible de los miedos.

b) Constituidas las sociedades, el miedo nos llevó a supeditarnos a Estados que nos protegieran de otras invasiones humanas (otros Estados y tribus bárbaras), lo cual dio origen a los gobiernos rectores de dichas aglomeraciones.

c)  Los gobernantes, por el miedo a que les arrebatáramos su corrupto poder, buscaron alianzas estratégicas con los cultistas de las religiones para fundarse en designios divinos; a su vez empoderaron a algunos lambiscones para que guíen los teoremas de su propia demagogia y los imbuyan de retórica; así mismo generaron distintos niveles de súbditos temerosos a perder, quienes forjaron la defensa a su opresor en la represión de los menos afortunados, haciendo manifiesto su miedo a sobreponerse a quien tuvieran encima.

d) A medida que las encrucijadas religiosas iban perdiendo terreno ante la incredulidad de sus feligreses, los sustentadores de demagogia tuvieron que inventar otros placebos ficticios para que el miedo siga dominando a sus víctimas, dando lugar a los estados modernos, con todas las ficciones sociales que ahora conocemos. 

e) El miedo a cuestionar todas estas estratagemas, siempre nos ha tenido sumidos en el pantanal, donde hacemos el papel de cimientos para la construcción de la pirámide de desdichas que nos oprime la existencia.

f) Y en cuanto decidimos despojarnos de aquellos miedos, es porque tememos perder lo que quede de libertad (si es que ésta pudiera de alguna forma ser fraccionada), brotando así los procesos revolucionarios que, por tergiversaciones, demagogia y engaños de nuevos tiranos, acaban degenerándose en nuevos gobiernos (o dictaduras). Claro, siempre y cuando los manipuladores del poder no hayan logrado ahogar las ansias reivindicatorias antes de su alumbramiento.

Ahora ya queda claro que el miedo nos lleva a agruparnos, subordinarnos y resignarnos casi voluntariamente, pues el carácter volitivo que sustenta nuestros pesares viene viciado de engaño y violencia. El carácter volitivo de nuestra servidumbre se sustancia en el miedo que nos engendran quienes quieren perpetuar su poder, los mismos que, además de presunta mala fe en su actuar, agonizan paritariamente del miedo que los carcome, aquel miedo a quedarse sin sustento, aquel miedo que los impulsa a ejercer terror en contra nuestra.

El idealismo nos hace pensar constantemente en que un mundo mejor es posible. Ocasionalmente los idearios nos enseñan a superar aquel miedo que le da el carácter de utopía. A la vez que la razón nos recalca constantemente y de manera muy bien argumentada: cómo nos hacemos presa de ficciones sociales cuales el Gobierno, la costumbre, dios, el dinero, las leyes, la guerra, la educación (especialmente la conductual), etc., demostrándose por los hechos que los preceptos de libertad, igualdad y fraternidad quedan en el tintero de la prebenda.


La virtud se ancla en reconocer al miedo como un simple esquema adaptativo sustentador de la mediocridad. Por lo tanto, lo único que queda por hacer de ahora en adelante, es despojarnos de nuestros miedos y animarnos a tomar las riendas de nuestra propia libertad, sin permitirle a la ficción estructuralista o determinista ahogar nuestros sueños. ¡ya es hora de actuar sin miedo! ¡ya es hora del libertarismo!

11/07/2013

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