Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

viernes, 21 de febrero de 2014

TEXTUALIZANDO


Llega un momento cúspide de la soledad, en el cual uno pivotea con tanta constancia algunas ideas eco en su cerebro, hasta que las crudas frases con conceptos al dente se convierten en extraviado perdigón deseoso de encontrar la salida y dejar de rebotar dentro del cráneo ya sumamente lacerado; ese es el momento oportuno en que el poeta desangra los forúnculos de su pecho y el escritor plasma con candencia la cruda realidad que lo está agobiando. Es aquel momento en el que logran brotar del tintero erupciones de pasión que se impregnan cual basalto en arte retórico.

Lágrimas digeridas que se reabsorben antes de desbarrancarse por el vértice ocular, cristalizadas en una esperanza y expresadas tales como les manda el halo emotivo. Finalmente toman forma de parasitarias garrapatas que se aferran a la celulosa hasta amotinar la expresión. Mociones concatenadas cuya presencia sólo muestra una mísera parte del gélido tempano que lleva dentro su autor, brotando cual vapor al hacer contacto con la febril necesidad de desahogar pasiones.


Bipolaridades que escapan de las garras de la locura, antes que el orate se ensimisme nuevamente. Desahogo y respiro, masoquismo y suspiro, resignación y rebeldía; constantes dicotomías que cansadas de ser masculladas toman vida propia, para que otros seres les den espléndida cabida entre sus propios perdigones internos.


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