Recién ahora caigo en cuenta que ya no escucho murmurar sus voces. No sé con precisión desde cuando dejó el viento de rumorear aquellos quejidos, pero aún tengo la certeza de su presencia. Las noto porque me hierven la sangre, me intoxican, las percibo a cada momento que retumban su jolgorio en mi nuca, sé que están adentro porque no recuerdo haberlas sentido salir entre mis poros.
Además que me tiene sin cuidado su eventual partida, pues sé que más pronto que tarde retornarán a mí. Me necesitan, se alimentan de mi alma. Ya las veo retornar con la misma maña y estrategia de siempre, envueltas en esa enérgica burbuja etérea, cargada de luz naranja en su núcleo y jaspes tornasolados en el borde del glóbulo.
Claro, podría darse el caso que hayan salido momentáneamente, simplemente para recoger un nuevo mensaje destinado a los laboriosos operadores neuronales. Posiblemente más que un mensaje ya emitido por el Gran Ser, se trate de simple indumentaria de trabajo, ya que la memoria está deshilachada y plagada de parches.
Pero no, no han salido. Siguen ahí haciéndose sentir cada vez que giro la cabeza. Las siento aferrar sus garras en mi nuca para no perder el equilibrio con mis bruscas sacudidas. Pero por alguna extraña razón se mantienen más calladas que nunca. Seguramente traman algo, o quizás están nuevamente reprogramándome para que siga sometido a su merced...
21/10/2013
wow, las voces que atorman a cada ser humando las que viven en tu cabeza y te atormentan, si las he sentido y las he escuchado hasta que me di cuenta que soy la que genera las voces, me encanto como lo escribistes.
ResponderBorrarerika cristodulo