¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Porqué esta todo oscuro acá?
Siento que me muevo pero no causo impacto alguno en el ambiente. Deduzco que la
oscuridad se debe a que mis párpados permanecen cerrados, a pesar del inhumano
esfuerzo que hago por abrirlos. Próximos a mí se hacen cada vez más notorios
los ecos de un sollozo constante, acompañados de un invariable pito, agudo e
insoportable. Me pesan los anquilosados músculos, mas mi alma se hace aún más
liviana que el mismo éter. Empieza un cosquilleo por mis miembros, el cual
viene acompañado de esporádicos pinchazos. Mi tronco revela retortijones que me
tienden en agonía, sin poder reducir los espasmos con masajes de mi inmóvil
mano. El dolor es cada vez más agudo y las torturas se me acumulan. Un mareo
nauseabundo se apodera de mí y en tortuoso dolor advierto que desmayaré en
seguida.
Nuevamente tomo conciencia de mi ser, los sollozos son ya
tan claros que podría hasta definir la corta distancia que los separan de mí. El
agudo pito sigue entonando su insoportable chillido en tono fijo. Los dolores
no han cesado realmente, pero aparentemente recupero de a poco el control en
mis párpados. Con sumo esfuerzo procuro abrirlos y la lúgubre oscuridad torna
en nebulosas tinieblas que aclaran paulatinamente, llegando a herirme las retinas
el enceguecedor destello de una aurora adolecida durante largo tiempo.
Escucho que los sollozos paran de golpe y el ventear de la
presencia vecina me alerta que alguien se incorporó de mi lado, a la vez que
histriónicos gritos indescifrables brotan de su voz. Entre nebulosas percibo
que se trata de la silueta de una mujer, mas no llego a enfocarla
correctamente. A su lado se incorpora repentinamente una mancha blanca que se
me acerca presurosamente. Calientes pinzas carnosas se posan en mis ojos y una
luz brillante encandila mi magra visión, mientras las agudas palabras de una
mujer testifican que sorpresivamente abrí los ojos, denotando un nudo en su
garganta inmediatamente desenredado con el recurrente llanto que llevo
registrado en mi memoria más cercana.
Una varonil voz de tenor procura desarticular el histérico
ataque de pasión mientras resuenan palabras de alivio. Con cierta nitidez oigo
que confirman lo sucedido y que en efecto mis pupilas, algo dilatadas aún, ya
manifiestan signos vitales, que deduzco escasos en mí hace tan solo unos
instantes anteriores a la escena. Simultáneamente se incrementan las voces y
presencias difusas enturbian el ambiente, quebrando así mi cansado espíritu. Invocando
descanso, mi debilidad nuevamente me hace flaquear. Mientras voy desvaneciendo
nuevamente, oscurece mi mirada y se atenúan los confusos ruidos guturales de
distintas gargantas. ¡Ahí viene un nuevo desmayo!
26/3/14
CONTINUARÁ...
¿Leíste el libro La Escafandra y la mariposa?
ResponderBorrarNo lo leí, pero confío en que me lo prestes pronto para leerlo jejeje
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