Estoy mejor que nunca. Como no hacerlo, si por fin me encuentro nuevamente; como no hacerlo si por fin dejo que me encuentren; como no hacerlo si ahora vuelvo a comprender que en la crueldad de la vida es donde se esconden los mejores tesoros de uno mismo; como no hacerlo si tengo la constancia de que hay algo al otro lado del sol; como no hacerlo si ahora tengo la oportunidad de coquetear con las tensiones del prójimo, que generan mi rebeldía; como no hacerlo si lo racional es placebo y lo irreal no deja de ser fútil.

viernes, 8 de noviembre de 2013

LEVIATÁN

De lombriz viscosa y rastrera, alimentada por la mezquindad hasta convertirse en viperina enviada de la codicia y la tentación. Serpiente descomunal con cercenadora antropofagia, castigas al inocente engulléndolo para que purgue milenios entre tus ácidos gástricos, mientras la mano de tu circunstancial amo queda impune en cuanto te vierte sacrificios virginales.

Vives al acecho, alterando las percepciones humanas para que, mientras te ofrecemos visualizar a través del ojo del asterisco, dejamos que nos injertes lo que de allí debiera salir, logrando así disuadirnos a la permisión, haciéndonos tus lambiscones sirvientes, quienes tendiéndote a su vez prótesis de omnipotencia en bandeja de plata, nos vamos carcomiendo en tu digestión.

Hiciste de los miserables tus propios glóbulos, verdes como aceitunas y armados hasta donde dan sus huecos cerebros, que esclavizados como los tienes, te rinden convenenciera pleitesía, esperando el momento adecuado para apuñalarte a traición. Proxeneta absoluto, corrompes virtudes tornando damas en meretrices que empuñan tu espada de magra justicia, a la par que tus precoces oradores redundan en sus pecados colmados de mezquindad y esbirro poder etéreo. Así pérfida es tu constitución, con tres órganos malgastados que bullen en la rabia de tus propios parásitos.

Donde quiera que voy estás tú. Me sigues, me vigilas, me hostigas. Frígido ojo mecánico del omnipresente Leviatán, engendras en mí la paranoia, alimentas mi magnánima rebeldía y sigues estigmatizándome para reprogramar tu acecho. Me deglutes con incontenible ansia y luego pretendes regurgitarme, mas tu pestilente putrefacción interna será pacientemente dragada y mi voluntad se aferrará rindiendo a tus rastreros gorrones, para luego acabar con tu inmundicia.

Llega la hora de tu agonía, está marcada para mucho antes que el actual futuro, pero el lento presente deberá previamente terminar de recargarse de pasado, pues la mano libertaria ya alzó el puño en alto y tus propias deficiencias trenzarán la soga de la horca que te quite el último suspiro de demagogia.

8/11/2013

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